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No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. Salmo 121:3.
Era un domingo de tarde, y mis hermanos y yo nos dirigíamos en camioneta a la iglesia. El templo estaba lejos del lugar donde vivíamos con nuestros padres y, en ese tiempo, era más difícil el acceso a la entrada pues teníamos que rodear algunos canales.
Estábamos por llegar a la iglesia cuando repentinamente salieron de unos arbustos tres individuos con armas de alto calibre. Obligaron a mi cuñado, que manejaba el vehículo, a que se detuviera. Uno de los delincuentes tomó el control del volante y otro lo acompañó en la cabina. A nosotros nos obligaron a acomodarnos en la caja de la camioneta. El hombre que iba atrás me apuntó con su arma y nos amenazó para que no hiciéramos ningún movimiento que pudiera afectarles.
Creo que el Espíritu Santo me impresionó en ese momento pues se desvaneció todo mi temor, y le dije al delincuente: “Somos cristianos. Nos dirigíamos al templo para adorar a Dios. Dios nos ama y a usted también”. Repentinamente, bajó el arma y me hizo algunas preguntas acerca de lo que le había dicho; y luego agregó, con cierto aire reflexivo: “¡Ojalá nos hubiésemos conocido en otras circunstancias!”
Después de recorrer gran parte de la ciudad, se estacionaron frente a una residencia; dos entraron en ella mientras que el otro nos vigilaba. Después salieron con un morral y emprendieron la huida a gran velocidad rumbo a la carretera internacional, mientras que en nuestras mentes nos preguntábamos: “¿Qué pasará con nosotros? ¿Dónde nos dejarán?” Habíamos escuchado de personas a las que les había pasado lo mismo y que habían sido abandonadas, desnudas, en lugares desolados.
Lo sorprendente de todo fue que, sin saber dónde vivíamos, nos apuraron para que bajáramos ¡casi frente a nuestra casa! Se llevaron la camioneta y huyeron rápidamente. ¡De inmediato le dimos gracias a Dios por su cuidado protector! Al día siguiente, la policía encontró la camioneta, abandonada, en las afueras de la ciudad.
Este incidente ocurrió hace 25 años; y ahora quiero decirte: Amiga, ¡confía en el Señor! El nunca te abandonará. Procuremos serle fieles en todo tiempo y lugar -Raquel Alarcón de Gaxiola.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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