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Oh Dios, acude a librarme; apresúrate, oh Dios, a socorrerme. Salmo 70:1.
Corría 1945. La Segunda Guerra Mundial había terminado. Cientos de jóvenes habían regresado luego de servir en las fuerzas armadas de los Estados Unidos, y muchos aceptaron la oferta del gobierno de asistir de la universidad con los gastos pagados.
Muchas jovencitas también se alegraron por la oferta, y se inscribieron para estudiar. Todas las universidades adventistas en los Estados Unidos se llenaron. ¿En qué otro lugar encontrarían ellas tantos jóvenes solteros, cristianos y educados? Te podrás imaginar lo que sucedió. Muchas parejas se formaron. Sin embargo, no todas las jóvenes consiguieron pareja.
Una de ellas estaba triste y solitaria. Pero una de sus amigas tenía un hermano que, aunque no era estudiante, la visitaba con frecuencia. Nuestra amiga triste decidió que este hombre soltero, aunque no tan joven, sería su esposo. Nadie se enteró de sus planes. Tampoco pidió permiso a sus padres, quienes vivían en otro Estado. Ella y el señor soltero planearon todo. Ella enviaría un telegrama a la supervisora del hogar de señoritas desde un pueblo cercano, con la siguiente inscripción: “Hija, tu madre está muy enferma, pide permiso para venir pronto. Tu padre”.
Tan pronto como envió el telegrama, regresó al dormitorio, y el joven soltero se fue a saludar a su hermanita. Cuando la supervisora recibió el telegrama, fue a buscar a la estudiante y a alguien que la pudiera llevar, ya de noche, a la estación de autobuses. La jovencita le dijo que el hermano de su amiga estaba allí, y que él la podría llevar. Ya tenía su valija preparada, y ambos se fueron rápidamente.
Pero el sueño se hizo añicos. Se había ido con un hombre que no la amaba, a un lugar donde había hectáreas de hortalizas para cosechar, y una choza con una habitación donde cabían dos personas en el piso frío y duro. Allí vivió hasta que pudo avisarles a sus padres para que fueran a rescatarla. ¿Qué logró llevarse? Solo un hijo en su vientre.
Querida hermana: tu dignidad no depende de un hombre ni de una familia; tú vales por lo que eres. Eres preciosa ante Dios. Aun sin la compañía de un hombre. Pídele a Dios sabiduría y paciencia para esperar en él. A su tiempo, él te dará lo que necesitas -Martha Ayala de Castillo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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