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Y tú irás hasta el fin, y reposarás, y te levantarás para recibir tu heredad al fin de los días. Daniel 12:13.
Los últimos días fríos de aquel invierno eran crudos. La temperatura había descendido considerablemente la noche anterior, y subía de la tierra aquella mañana una neblina fantasmagórica que invitaba a retroceder. Sin embargo, a pesar de la contrariedad del clima, estábamos ya entrados en la estación de la primavera, y la siembra de los rizomas estivales no podía posponerse un día más.
Comencé la tarea de la siembra, pero mis dedos entumecidos dentro de los guantes apenas lograban desempeñar las órdenes que mi cerebro emitía: escarbar, enterrar, fertilizar, volver a escarbar. Mi empeño por sembrar hoy para cosechar mañana me parecía ridículo y vano. Recordé entonces que la perseverancia es el mejor amigo de un futuro brillante, y me di a la tarea de terminar aquel trabajo.
No volví a acordarme de la molestia de la siembra de los rizomas, sino hasta unos meses después, cuando recorría con mi vista el jardín y agradecía a Dios por el dulce espectáculo que me regalaba su naturaleza.
La perseverancia había pagado bien. El jardín resplandecía en toda la gloria de sus colores y perfumes. Gladiolos, dalias, begonias y otras flores de verano, que provenían de mi siembra de los rizomas aquel día, infundían un aire paradisíaco al jardín. Sus múltiples perfumes se alzaban de la tierra como un santo incienso. Las aflicciones y los trabajos en el jardín ahora carecían de importancia. No eran nada ante la felicidad del momento.
Las promesas de nuestro Señor Jesús cobraban nueva vida en mi mente. ¿Acaso no era eso lo que el Señor quería recordarnos cuando dijo: “Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al pensamiento” (Isa. 65:17)? El alma afligida obtiene esperanza con la visión de un mundo nuevo donde nunca más vendrán a la memoria los desafíos y pesares de esta vida.
El apóstol Pablo sabía la importancia de la perseverancia en la vida del cristiano. Por eso dijo: “Extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Fil. 3:13, 14).-Olga Valdivia.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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