“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” __{Sal. 51:17.
Piensa en estas palabras en el contexto de la adoración. (En el antiguo Israel, la adoración se centraba en los sacrificios.) La palabra traducida como “contrito” viene de una raíz hebrea que significa “aplastado”. ¿Qué nos quiere decir Dios aquí? ¿Cómo se combina esto con la idea de que debería haber gozo en nuestra adoración? ¿Por qué estos dos conceptos que contrastan no son contradictorios?
Como cristianos, sabemos que toda la humanidad está caída y es pecadora. Esta degradación nos incluye a cada uno de nosotros. Piensa en el contraste entre lo que podrías ser y lo que eres; entre la clase de pensamientos que tienes y los que deberías tener; entre lo que haces y lo que deberías hacer, entre lo que no haces y lo que deberías hacer. Como cristianos, al comparar las normas bíblicas de Jesús con nuestra verdadera naturaleza, nos sentimos devastados. Por eso, nuestro corazón está quebrantado, aplastado y contrito. Si alguien que profesa ser cristiano no ve esto, está ciego; lo más probable es que no tuvo una experiencia de conversión, o la perdió.
No obstante, el gozo viene de saber que, a pesar de nuestra condición caída, Dios nos amó tanto que Cristo vino y murió, ofreciéndose por nosotros, y que su vida y su carácter perfecto llegan a ser acreditados a nosotros por fe. Otra vez aparece el tema del “evangelio eterno” (Apoc. 14:6). Nuestra adoración no debe centrarse en nuestra propia pecaminosidad, sino en la asombrosa solución divina de ello: la cruz. Necesitamos ese corazón contrito y aplastado, pero siempre necesitamos enmarcar esa triste realidad en lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo. El darnos cuenta de cuán malos somos nos lleva al gozo, porque sabemos que, a pesar de nuestra condición, podemos tener vida eterna y, por causa de Jesús, Dios no contará nuestras transgresiones en contra de nosotros. Esta es una verdad que debe estar en el centro de toda experiencia de adoración, sea corporativa o privada.
Una buena cuestión es levantada: ¿Cómo entender la adoración con corazón contrito y espíritu quebrantado y adorar de manera alegre? A primera vista parece que las tres cosas no pueden estar juntas en un mismo acto. Sin embargo, evaluando la idea a la luz de la palabra de Dios y de las relaciones con Él, los tres estados de espíritu se funden de manera perfecta.
El pecado separa al hombre de Dios, y esta condición crea un vacío en lo íntimo del ser, que no permite disfrutar la verdadera alegría. David oró a Dios: “Devuélveme la alegría de tu *salvación; que un espíritu obediente me sostenga”. - {Salmos 51:12 – Nueva Versión Internacional.
La remoción del pecado por medio del perdón requiere contrición y quebrantamiento. Reconocer el pecado, porque el nos separa de Dios. {Isaías 59:2. Someterse humildemente a las determinaciones de Dios, porque la reconciliación restaura el espíritu de obediencia y devuelve la verdadera alegría de la salvación.
La adoración genuina trae en sí el importante estado de alegría: Quedé muy alegre cuando me invitaron, diciendo: vamos a la casa del Señor”. {Salmos 122:1 – Biblia Viva.
La verdadera adoración se fundamenta en las relaciones de seres que se aman y que saben que el adorado tiene bendiciones para el adorador. Luego, el adorador se presenta con alegría. Alegría, porque sabe que su carga de pecados será totalmente quitados; y su anhelo por la comunión con el mayor y mejor Amigo será plenamente satisfecha. La adoración sin alegría evidencia que no hubo perdón ni reconciliación.
Piense: “Después Salomón mando al pueblo a sus casas, feliz y con el corazón alegre por toda la bondad que el Señor había mostrado a su siervo David y a su pueblo Israel. Y ellos bendijeron al rey”. - {1 Reyes 8:66 – Biblia Viva.
Desafío: “Cómo es feliz aquél que tiene sus transgresiones perdonadas y sus pecados cubiertos”. {Salmos 32:1 NVI.
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Escuela Sabática (Guía de Estudio)
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