Las calles de la ciudad de Nueva York quedaron vacías, el tren subterráneo suspendió el servicio y en toda la metrópoli imperaba una tensa calma.
Ante la parálisis de actividades en buena parte de su transporte, los residentes de la zona pasaron el día observando nerviosos el paso de la tormenta por televisión, en una parte del país habitada por 65 millones de personas. El huracán tenía una gran envergadura, con 805 kilómetros (500 millas) de diámetro, y abarcaba desde las Carolinas hasta Cabo Cod, generando vientos de 185 kilómetros por hora (115 millas por hora) más cerca del vórtice.
Casi 900.000 viviendas y comercios se quedaron sin suministro eléctrico. Aunque era muy pronto para evaluar la amenaza real para la población, se atribuyeron a Irene cinco muertes.
Entre los muertos había dos niños, uno de 11 años, residente en Virginia, cuya casa fue aplastada por un árbol, y otro de Carolina del Norte, quien pereció en un accidente automovilístico en una intersección donde el apagón había desactivado los semáforos.
Además, un hombre de Carolina del Norte murió al caerle la rama de un árbol, un pasajero pereció cuando un árbol se fue encima de un automóvil en Virginia, y un surfista se ahogó en Florida por las altas olas.
El huracán provocó olas de dos metros (siete pies) y los meteorólogos advirtieron del riesgo de marejadas en las costas de Virginia y Delaware, además de Jersey Shore, el puerto de Nueva York y Long Island. En el noreste, donde ha habido lluvias copiosas durante este verano boreal, el suelo está ya húmedo, lo que agravaba el riesgo de inundaciones.
Irene entró a tierra poco después del amanecer, cerca de Cabo Lookout, Carolina del Norte, en el extremo meridional de los Outer Banks, una barrera de tierra que sobresale hacia el Atlántico. Los hoteles y casas frente a la costa fueron azotados por las olas. Dos muelles resultaron destruidos y al menos un hospital se vio obligado a utilizar sus generadores de electricidad ante la interrupción del suministro.
Por la tarde, la tormenta se había debilitado a vientos sostenidos de 129 kph (80 mph), en vez de los 161 kph (100 mph) que llegó a alcanzar el viernes. Ello convirtió a Irene en un huracán de categoría uno, la más débil en la escala de cinco peldaños, con apenas mayor intensidad que una tormenta tropical.
Su vórtice se ubicaba casi en el mismo punto en que Carolina del Norte converge con Virginia y con el Atlántico. Avanzaba muy lentamente, a unos 21 kph (13 mph), y se enfilaba otra vez hacia el Océano.
Después de golpear los Outer Banks, Irene provocó lluvias torrenciales y vientos intensos en Virginia. Cubrió la región de Hampton Roads, donde abundan los ríos y ensenadas, lo que eleva la probabilidad de inundaciones. Luego, el huracán siguió al norte, hacia la Bahía de Cheasepeake.
Con la forma de una coma invertida, Irene tenía un grueso flanco septentrional que abarcaba todo Delaware, casi la totalidad de Maryland y la mitad oriental de Virginia.
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