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Jesús lloró. Juan 11:35
Conocí a una mujer que lloraba mucho. Sus lágrimas brotaban en cualquier momento: cuando entonaba un canto y su alma lo sentía, cuando esperaba en Jesús, cuando recibía su respuesta, cuando no entendía por qué la vida le pegaba tan fuerte; pero no se quejaba.
Lloraba cuando nos veía llegar después de una larga ausencia, cuando nos abrazaba y por fin nos podía estrechar fuertemente, cuando nos miraba trabajar y luchar por nuestras metas, al escucharnos cantar alabanzas, y cuando oraba por nosotros.
Mamá lloraba cuando no entendíamos sus consejos, cuando le dábamos la razón, cuando la defendíamos, cuando recordaba, cuando anhelaba, cuando escuchaba algo conmovedor. Lloraba cuando extrañaba, cuando su alma se quebraba de dolor, al sentir paz en el corazón y cuando veía que alguien la amaba mucho. Lloraba cuando nos veía partir lejos otra vez y nos daba su bendición; y lloró cuando partió.
Hoy daría cualquier cosa por verla llorar porque, mayormente, lo hacía de felicidad: cuando relataba historias de su vida, recordando cómo Dios la había guiado y fortalecido en tiempos de prueba. Lloraba cuando alguien aceptaba al Señor, cuando alguien la escuchaba. Mamá lloraba si uno de sus animalitos estaba enfermo; y cuando sanaba, lloraba de alegría. Lloraba de agradecimiento porque Dios siempre cuidaba a sus mascotas.
Cuando se arrodillaba, lloraba en reconocimiento de la bondad de Dios para con todos nosotros; en todo momento reconoció su mano, que la guio paciente en todos los caminos que anduvo. Su misericordia, poder, constancia, ternura y cuidados fueron tales que, al reconocerlo, lloraba. Las lágrimas de una buena mujer, como lo fue mi madre, son hermosas. Con ellas, en humildad y fe, mi madre desnudaba su alma y llevaba esperanzas nuevas dondequiera que las derramara.
Algunos le decían “boba”, porque lloraba mucho y lo sentía todo. Yo aprendí a reconocer la ternura en su corazón, expresada en llantos. Aprendí a llorar como ella, por mil razones. Hoy, de solo pensar, lloro, reconociendo en mi interior que soy testigo del fiel y sincero amor de mi Salvador.—Abby Allers.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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