“Partió de allí Ellas y halló a Elíseo hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él iban doce yuntas de bueyes, y él conducía la última. Elías pasó ante él y echó sobre él su manto Entonces dejó los bueyes, salió corriendo detrás de Elías […]” (1 Reyes 19:19, 20).
Elías había recibido la orden del Señor de ungir como profeta en su lugar, a Eliseo, hijo de un rico hacendado. Pero cuando llegó a la casa lo halló arando un campo con una de las doce yuntas de bueyes de su padre, como uno más de los mozos de labranza. ¿Iba a ser este labriego el sucesor del eminente profeta Elías?
Salvadas todas las distancias, debo confesar que a mí, a los dieciocho años, me encontró el Señor en Talleres Roicor, un modesto constructor de maquinaria para la fabricación de calzado. Yo iba vestido con un peto azul, tenía las manos sucias y estaba de pie vigilando una máquina que daba forma a una pieza de acero. En aquel pequeño taller trabajaba como mecánico ajustador. Allí escuché el llamamiento divino.
Elena de White comenta: “Llegó el llamamiento profético a Eliseo mientras que, con los criados de su padre, estaba arando en el campo. Se había dedicado al trabajo que tenía más a mano. […] Día tras día, por la experiencia práctica, adquiría idoneidad para una obra más amplia y elevada. Aprendía a servir; y al aprender esto, aprendía también a dar instrucciones y a dirigid’ (Profetas y reyes, p. 162).
No fue fácil ocupar el puesto dejado por Elías, un reformador, profeta, maestro de profetas y poderoso en milagros; pero el ministerio de Eliseo, aunque diferente, no fue menos importante. Estuvo siempre cerca del pueblo, fue una persona influyente sobre los reyes de Israel, se ocupó de las escuelas de los profetas, en particular de la de Gilgal, y el Señor le honró también dándole el don de hacer portentos.
Elena de White nos explica en qué reside el éxito de un servidor de Dios: “El éxito no depende tanto del talento como de la energía y de la buena voluntad, del cumplimiento concienzudo de los deberes diarios, el espíritu contento, el interés sincero y sin afectación por el bienestar de los demás. […] Las tareas más comunes, realizadas con una fidelidad impregnada de amor, son hermosas a la vista de Dios” (ibíd., p. 164).
¿Has escuchado ya la voz del Señor proponiéndote servirlo? ¿Dónde y cómo te va a encontrar? Tal vez como médico, abogado, maestro, hombre de negocios, agricultor, profesional, mecánico. ¡No lo dudes! ¡Deja los bueyes. y sal corriendo tras el Señor!
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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