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“Entonces entró y se presentó ante su señor. Elíseo le dijo: ‘¿De dónde vienes, Giezi? ’ ‘Tu siervo no ha ido a ninguna parte’, respondió él. Pero Eliseo insistió: ‘Cuando aquel hombre descendió de su carro para recibirte, ¿no estaba también allí mi corazón? ¿Acaso es tiempo de tomar plata y tomar vestidos, olivares, viñas, ovejas, bueyes, siervos y siervas?’” (2 Reyes 5:25, 26).
En esta historia hay magníficos mensajes subliminales que contrastan con el gesto egoísta de Giezi. En primer lugar, la generosidad de la jovencita israelita que servía en casa del general sirio Naamán. Había sido arrancada de casa de sus padres y servía precisamente en la casa de un general leproso del ejército invasor.
Pero la niña sintió lástima de su amo y propuso a la señora que su esposo fuese al profeta de Israel, quien podría curarle de la lepra. La criada hebrea tuvo compasión de Naamán y se olvidó de que era una simple esclava.
Naamán siguió el consejo de la niña, llevó muchos presentes para unos y otros y cartas de presentación para el rey de Israel, pero, en Samaria, encontró un monarca lleno de temor que creyó que buscaban ocasión contra él. Después, cuando fue a visitar al profeta, Eliseo ni siquiera salió a recibirle, mandó un mensajero que le dijo: “Ve y lávate siete veces en el Jordán y serás limpio”. ¡Cómo! ¿Acaso el profeta no lo iba a recibir? ¿Por qué lavarse en el río Jordán?
¿No había ríos más limpios en Damasco? Decepcionado y molesto, Naamán decidió marcharse. Pero sus criados le aconsejaron que obedeciese al profeta y él, con una fe que venció todas las decepciones sufridas, obedeció y ¡quedó limpio de la lepra! Y no solo de la horrible enfermedad, sino también de la lepra del pecado, porque allí mismo se convirtió en adorador del Dios verdadero. Por el contrario, a Giezi la avaricia le contagió la lepra de Naamán.
Aunque el general instó a Eliseo a que aceptara una recompensa por sus buenos servicios, este rehusó. El testimonio de su conversión y haberle devuelto la salud le bastaron, y se despidieron. Pero el calculador Giezi no entendió el aparente rechazo absurdo de su maestro. ¿Por qué rechazar el donativo de un corazón agradecido? Urdió entonces una engañifa y fue en busca de Naamán, quien le entregó el doble de lo que pedía.
Pero el profeta esperaba en casa a su criado con una estremecedora pregunta: “¿De dónde vienes, Giezi?” Nada podemos ocultar a la mirada escrutadora de Dios. La actitud del siervo del profeta no quedó impune, porque el Señor detesta cualquier tipo de corrupción. Aléjate hoy de cualquier forma de fraude. No vale la pena.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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