Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración.
1 Pedro 4:7.
Nuestro Redentor comprendió perfectamente las necesidades de la humanidad. Él, que condescendió en tomar la naturaleza humana, conocía las flaquezas del hombre. Cristo vivió como nuestro ejemplo. Fue tentado en todo como nosotros lo somos, para saber cómo socorrer a los que fueran tentados... Cristo tomó sobre sí nuestras flaquezas, y con la debilidad de la humanidad, necesitó buscar ayuda de su Padre.
A menudo se lo encontraba en ferviente oración, en el huerto, junto al lago y en los montes. Nos ha ordenado velar y orar. El descuido de la vigilancia y el escudriñamiento cuidadoso del corazón es lo que lleva a la autosuficiencia y el orgullo espiritual. Sin un profundo sentido de nuestra necesidad de la ayuda de Dios, habrá tan solo muy poca oración ferviente y sincera en demanda de ayuda...
La vigilancia incesante es de gran ayuda para la oración... Aquel cuya mente se halaga de morar en Dios tiene una defensa fuerte. Tal persona será rápida en percibir los peligros que atenían contra la vida espiritual, y un sentido de peligro la llevará a buscar al Señor para obtener ayuda y protección.
Hay momentos cuando la vida cristiana parece plagada de peligros, y se hace difícil cumplir el deber. Pero las nubes que se amontonan en nuestro camino y los peligros que nos rodean, nunca desaparecerán ante un espíritu vacilante, dudoso y falto de oración. En momentos tales la incredulidad dice: "Nunca podremos superar estos obstáculos; esperemos hasta que podamos ver claramente el camino". Pero la fe propone avanzar con valor, esperándolo todo, creyendo todas las cosas...
La oración bien puede ser ofrecida diariamente por aquellos que tienen ante sí el temor de Dios, que él preserve sus corazones de los deseos malignos, y fortalezca sus almas para resistir la tentación...
La Palabra de Dios nos exhorta a que seamos hallados "orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia" (Efe. 6:18); y añade: "Sed, pues, sobrios, y velad en oración" (1 Ped. 4:7). Esta es la salvaguardia del cristiano, su protección ante los peligros que rodean su senda.— Review and Herald, 11 de octubre de 1881; parcialmente en A fin de conocerle, p. 242).
[Matutina para adultos “Desde el Corazón”]
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