Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden contarse.
Job 9:10
La capacidad de asombro es la que ha permitido a muchas personas llevar a cabo increíbles descubrimientos e inventos. Esta capacidad consiste en poder reconocer la esencia de una cosa, por más sencilla que esta sea. Quienes cultivan esta habilidad viven intensamente, experimentan de continuo emociones gratificantes.
Cuando Dios puso al hombre y a la mujer en el centro de la creación, fue con el propósito de brindarles un deleite constante, y una fuente inagotable de conocimiento. Allí podían encontrar satisfacción a uno de los placeres más vitales: maravillarse al contemplar las obras de Dios.
Esta capacidad fue la que llevó al salmista a exclamar: «Señor mi Dios, tú eres grandioso; te has revestido de gloria y majestad. Te cubres la luz como con un manto; extiendes los cielos como un velo» (Sal. 104:1-2).
A pesar de que vivimos en un planeta envejecido y enfermo por las agresiones humanas, todavía podemos ser espectadoras de la grandeza de Dios manifestada en la naturaleza. Los poetas, los músicos y los trovadores, aún encuentran inspiración en el cielo, la lluvia, el canto de las aves, en los atardeceres cubiertos de ocre y en la sonrisa de un bebé.
Nosotras, incluso las que creemos que no tenemos alma de artista, tenemos suficientes motivos para proclamar la grandeza de Dios.
Por medio de la contemplación de las cosas creadas por el Hacedor, nos llenamos de esperanza, fe y seguridad, pues el mismo Dios que sostiene a las aves en el aire, nos sostiene a nosotras, ya que somos objeto de su más grande amor y especial cuidado.
¡Asómbrate! Tu corazón late cien mil veces al día. Multiplica esto por la cantidad de años que has vivido y quedarás impresionada. Mediante tus oídos, tus ojos y tu boca, tu cerebro almacena miles de sonidos, olores y sabores, que quedarán grabados a pesar del paso del tiempo. Pero el motivo más grande de asombro debiera ser el hecho de vivir. Hagamos de cada mañana una celebración, elevemos un himno de alabanza y adoración al Santísimo.
Contagiemos a los que están cerca de nosotras de este mismo espíritu, invitémonos unos a otros a la contemplación de la gloria de Dios, manifestada en los actos sencillos de la naturaleza, y tendremos recursos suficientes para vivir plenamente. Recuerda que la más maravillosa criatura que Dios hizo, ¡eres tú!
[Matutina para la mujer “Aliento para cada día”]
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