Yo soy el que por amor a mí mismo borra tus transgresiones y no se acuerda más de tus pecados.
Isaías 43:25
La capacidad del cerebro para guardar información es realmente asombrosa. En sus miles de ramificaciones nerviosas conectadas al sistema nervioso central puede almacenar millones de datos en cuestión de segundos, y en sus archivos especializados guarda sonidos, olores, imágenes e incluso sentimientos experimentados en el pasado que podemos evocar con poco esfuerzo.
Es maravilloso cómo cualquier estímulo del entorno nos puede hacer revivir algo que sucedió hace mucho tiempo. Un paseo por nuestro pasado a través de los recuerdos puede ser gratificante cuando lo que evocamos son momentos felices. Sin embargo, el regreso constante a recuerdos tormentosos y a experiencias traumáticas puede resultar nocivo.
Por esa razón el apóstol Pablo expresó: «Hermanos, no pienso que yo mismo lo haya logrado ya. Más bien, una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta» (Fil. 3:13-14). Parece ser que en la mente del apóstol estaba la idea de que olvidar los malos momentos pasados es una buena estrategia para vivir el presente y proyectarnos hacia el futuro. Los malos recuerdos pueden transformarse en un instrumento de tortura si no sabemos cómo hacerles frente; pueden destruirnos, frenar nuestro desarrollo personal, y afectar nuestra salud física y mental.
Las equivocaciones pasadas, las malas experiencias y las situaciones frustrantes, debieran ser evocadas únicamente como lecciones de vida para el presente, sin que nos causen culpa ni remordimientos. Esto puede llevarse a cabo con la ayuda y el poder de Dios aunado a nuestra fe. Su promesa es: «He disipado tus transgresiones como el rocío, y tus pecados como la bruma de la mañana. Vuelve a mí, que te he redimido» (Isa. 44:22).
Este es un llamado de Dios a vivir el presente en libertad. Dios tiene poder para librarnos de las cadenas del pecado y, por su gracia, hacer que nuestro caminar por este mundo sea ligero y pleno de triunfos en Cristo Jesús.
No permitas que se desperdicie el gozo que Dios tiene disponible para ti en este día. ¡Vívelo! Desarrolla una actitud de agradecimiento y acepta para tu vida la cruz del Calvario en la que fuiste libre por medio del sacrificio de amor que todo el cielo hizo por ti.
[Matutina para la mujer “Aliento para cada día”]
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