marzo 21, 2012

UN LIBRO DE ROMANCE }"Historias de amor

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Hay infinidad de libros que tratan el complejo tema del sufrimiento humano, especialmente difícil para quienes creen en un Dios amante y todopoderoso (para el ateo, el sufrimiento es apenas una parte de lo que significa vivir en un universo sin Dios ni significado).

Sin embargo, sin una comprensión de la gran controversia entre Cristo y Satanás, la mayoría de esos libros no dicen mucho (aun conociendo el drama cósmico, el tema del sufrimiento es suficientemente arduo de comprender.)

El sufrimiento humano toca nuestras vidas, pero no olvidemos de que en la vida también hay placeres. ¿Por qué los alimentos son tan sabrosos? ¿Por qué tenemos las papilas gustativas adaptadas perfectamente para sentir los sabores apetitosos en la comida? ¿Por qué el ojo humano es capaz de conectarnos con tantos colores y matices, y hacernos gozar con ellos? ¿Por qué hay gozo en la sexualidad en el matrimonio? No toda reproducción demanda placer sexual.

Algunas formas de vida se dividen en dos para reproducirse. Y hasta los seres humanos recurren a métodos artificiales de inseminación que no involucran placer. ¿Por qué tenemos las terminaciones nerviosas exactas necesarias para sentir los placeres sensoriales, y aun el placer sexual?

La respuesta a todas estas preguntas es la misma: porque Dios nos hizo así. Dios creó a los humanos para gozar también los placeres físicos.
  Ningún libro de la Biblia trata este tema mejor que el Cantar de los Cantares. Es un libro de puro placer romántico, que nos recuerda los placeres específicos que Dios diseñó para los esposos. Las fuentes del amor romántico pueden en­contrarse en Dios.

Repasa el Cantar de los Cantares. ( CB ) ¿Qué dice acerca de cómo Dios ve los placeres sensuales en el contexto correcto?

Por supuesto, comparado con las prácticas vulgares y licenciosas de la cul­tura actual, las ideas cristianas acerca del sexo y del matrimonio pueden pa­recer pasadas de moda y restrictivas. Pero estos principios vienen de aquel que creó nuestros placeres físicos y sabe cómo pueden gozarse al máximo.

¿Quién sino Dios puede evaluar el dolor causado por el abuso de estos dones maravi­llosos? ¿Quién no ha sido impactado de una manera u otra por su mal uso?

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