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“Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal […]?”.
Isaías 51:12.
Recuerdo mis primeros años en la iglesia. Entonces, mis tres hijos eran pequeños. Mi esposo no era creyente y se me hacía muy difícil la convivencia, pues él no comprendía mi estilo de vida religioso y sus exigencias eran mayores de lo normal.
Los viernes me esmeraba por dejar todo perfecto, para que el sábado no me reclamara nada. Sin embargo, muchas veces no lo lograba. Yo regresaba de la iglesia antes de que terminara el culto, para estar en casa antes de que él llegara del trabajo, así podía almorzar en horario.
Un sábado, al regresar a casa, me di cuenta de que no había preparado una gelatina que él me había pedido para el postre ¿Y ahora? Sentí miedo.
¡Sabía que esto sería motivo de un gran enojo! Así que me arrodillé y oré, pidiendo al Señor su ayuda. Me levanté y rápidamente preparé la gelatina, la puse en la heladera, y continué con el resto sin preocuparme más.
Unos minutos después llegó mi esposo. Serví el almuerzo, y al final retiré el postre de la heladera, lo puse frente a él, y salí de la cocina. ¡Qué sorpresa cuando observé que se servía y comía con gusto! La gelatina estaba perfecta, coagulada como a él le gustaba. Agradecí al Señor su bondad, pues debo confesar que esto para mí fue un gran milagro en aquel momento.
Después de esa ocasión muchas veces intenté hacer lo mismo, pero nunca más logré preparar una gelatina que coagulara en solo 20 minutos. Ese fue un milagro de Dios para mí, porque él sabía lo que me esperaba.
El Señor responde. Sí que responde. Y aunque este incidente parezca insignificante a los ojos de muchos, para mí fue contar con el favor especial de Dios y tener la seguridad de que él estaba conmigo. Esta fue una de tantas cosas maravillosas que el Señor, en su misericordia, ha hecho por mí. Luego de orar y esperar, él siempre me ha respondido. Nunca dejó de hacerlo.
Estoy segura de que también lo hará contigo, aunque las situaciones y problemas parezcan pequeños. Dios conoce y vela por cada una de sus hijas, y sus problemas domésticos son ocasiones que él usa para confortar nuestra alma con su infinito amor y cuidado.
Elena Daleve de Mac Dougall, Argentina
MATUTINA PARA LA MUJER 2014 “DE MUJER A MUJER” by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall
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