“Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová, tu Dios, estará contigo donde quiera que vayas”.
Josué 1:9
Aprendí a amar a Jesús a los nueve años. Mis padres asistieron un tiempo a una iglesia adventista, pero un día dejaron de hacerlo, y yo también pues dependía de ellos. La iglesia estaba al lado de mi casa. ¡Cómo me gustaba escuchar los himnos que cantaban con entusiasmo! En ocasión de los bautismos los hermanos se concentraban en el río Tambo, y era hermoso verlos entregarse a Jesús en medio de la bella naturaleza de ese lugar, en la ciudad de Arequipa.
Por ese entonces, mis padres me permitían asistir a esas concentraciones, pero no aceptaban la idea de que me bautizara. A los catorce años de edad decidí entregar mi vida a Jesús, y sin el consentimiento de mis padres, me bauticé. Deseaba con todo mi corazón entregar mi vida al Señor, no podía esperar.
Transcurrieron tres años de sufrimiento y lágrimas. Pasé por mucho dolor, burlas de mis hermanos, castigos y un desconocimiento constante de mi decisión religiosa. El Señor me bendijo con una beca para la Universidad Nacional de Arequipa, distante a tres horas de mi casa, lo que me permitía asistir libremente a la iglesia sin la prohibición de mi familia.
El hecho de haber conocido a Jesús a tan tierna edad me mantuvo siempre en sus caminos y me hizo idónea para ser la compañera de un pastor. Dios tenía algo preparado para mí.
Desde pequeña supe que amaba a Jesús y quería servirle. Las pruebas no me frenaron ni me amilanó la tristeza. Aprendí a confiar en mi Señor, y le doy gracias porque me separó para su ministerio. Preparó mi vida fortaleciéndola en cada momento y en cada prueba. Hoy, junio a mi esposo y a mis hijas podemos servir a nuestro Dios. Alabamos su nombre.
Tengo la certeza de que cuando hablamos de Jesús a los tiernos corazones de los niños y los adolescentes, el Señor está preparando un pueblo para que le sirva en este difícil tiempo del fin. No hay nada más conmovedor que ver a los jovencitos entregando su vida a Jesús. No nos cansemos de compartir este amor en actitudes, palabras y testimonio. Que Dios bendiga el ministerio que realizas en el lugar donde te encuentras.
Rosario Valdivia de Calderón, Perú
Tomado de:
Devocionales Matutina para Damas 2014
“De mujer a mujer”
by: Pilar Calle de Hengen, Imagen by: v3wall
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