“Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan”. Salmo 37:25.
Cumplía funciones como ecónoma en un prestigioso sanatorio de mi país. Hacía veinte años que trabajaba allí y había llegado al cargo de mayor jerarquía en el departamento donde trabajaba. Lamentablemente, hacía más de un año que la economía del sanatorio estaba en quiebra, a causa de una administración inescrupulosa.
Por tener un cargo de confianza, contaban conmigo como uno de los ejes del timón, y puse todo de mí en el esfuerzo por retomar el control.
Extrañamente, me pidieron que mintiera, que engañara y que ocultara información relativa al tratamiento de los pacientes. Me negué a participar de ese tipo de mecanismos. Presenté mi carta de renuncia expresando mi agradecimiento por haber trabajado allí y los motivos de ética cristiana que me impedían continuar en la tarea. A veces, no solo el sábado es motivo de renuncia laboral; cualquier otro mandamiento puede serlo.
El país pasaba por uno de los momentos más difíciles de los últimos años. Yo sabía que el Señor no iba a desamparar a ninguno de sus hijos fieles. Mi esposo también perdió uno de sus trabajos. Nuestra fe fue probada una vez más.
Una mañana, una camioneta de la Asociación Uruguaya paró frente a mi casa, y un pastor bajó de ella muchas cajas de víveres, que suplieron nuestras necesidades alimentarias por varios meses. La directora de la escuela de iglesia nos dijo que podíamos hacer un plan de pago diferido con el fin de no retirar a nuestros hijos de la escuela.
Le agradecí al Señor por estas dos grandes bendiciones, pero no contaba con que mi hijo crecería ¡cinco centímetros ese año! Con él hicimos una lista de la ropa que necesitaba, y con la lista en la mano comenzamos a orar.
Le hablamos al Señor de cada prenda… y esperamos que nos sorprendiera con sus métodos. Al final de ese día me llamaron de una cooperativa que tenía convenio con el sanatorio y me adjudicaron dinero por mi calidad de cooperativista, ¡y podía cobrarlo en mercadería! No solo se vistió Josué, también su hermana Noelia se vio beneficiada. ¡Gracias, Señor, por tu promesa y el oportuno cuidado que nos prodigas!
Rosario Perdomo de Larrosa, Uruguay
LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER 2014
”DE MUJER A MUJER”
by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall.com
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