“Porque has sido mi socorro, y así en la sombra de tus alas me regocijaré. Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido”. Salmo 63:7, 8.
Desde el comienzo mi embarazo fue muy difícil. A los cinco meses de gestación tuve que guardar reposo absoluto porque corría el riesgo de perder a mi bebé. Con mi esposo entregamos a nuestro hijo en las manos de Dios, pero dos meses después, mi salud empeoró. Había perdido diez kilos y tuve que internarme en la Clínica Adventista de Lima. A esto se sumó la falta de dinero.
Éramos una pareja joven y con el trabajo pagábamos nuestro estudio en la Universidad Peruana Unión, pero nuestra confianza no decayó. Estaba puesta en el Señor.
Pusimos el embarazo bajo el amoroso cuidado de Dios, con la certeza de que él nos sostendría. Dios nunca nos abandonó y respondió nuestras oraciones rápida y milagrosamente. El problema del dinero se solucionó porque alguien, generosamente, depositó el costo de mi atención médica. Esta noticia convirtió mi preocupación en gozo, pero la dicha duró poco tiempo, venía la segunda prueba.
El médico le dijo a mi esposo que el bebé tenía muy bajo peso y yo había quedado anémica. La encrucijada era salvarme a mí o salvar al bebé. Los médicos necesitaban una respuesta cuanto antes. Mi esposo debía elegir y firmar las autorizaciones pertinentes.
Parecía relativamente sencillo, sin embargo eran dos vidas. Mi esposo entró en la habitación con lágrimas en los ojos, no quiso decirme lo que sucedía. Pidió que me salvaran a mí, pero también rogó que salvaran al bebé. Nuestra confianza depositada en el Señor nos llevó a hacer un pacto con Dios: “Señor, por favor, salva a nuestro hijo. Te lo entregamos y lo prepararemos para que sea un pastor misionero y esté a tu servicio”.
Una hora antes de la cirugía, comenzaron los dolores de parto y, para sorpresa de todos, a pesar de mi debilidad, el alumbramiento fue normal y mi niño nació sano, aunque de peso muy bajo. Hoy, veinte años después, mi hijo es un joven fuerte, sano y cariñoso, y está terminando sus estudios de Teología.
Querida amiga, si estás viviendo un momento difícil, entrégalo al Señor. Que tu oración sea: “Está mi alma apegada a ti; tu diestra me ha sostenido”.
Vilma Velásquez de Díaz, Perú
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014 DE MUJER A MUJER Recopilado por: Pilar Calle de Henger
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