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“Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé [...]. No temas, porque yo estoy contigo”.
Isaías 43:4, 5.
Dios no creó al hombre solo para que contemplara y administrara la naturaleza. Le dio un cuerpo y un espíritu integrados que lo hace diferente del resto de los seres vivos. Le dio un corazón y una mente para meditar, tener poder moral y salud espiritual, que se revertirá en salud física y mental.
Dios es el punto de partida. Es nuestro creador y solo en él encontramos nuestro origen, significado y verdadero sentido. Nuestro destino está librado al amor de Dios y es trascendental porque nos conduce a la vida eterna.
Al reconocernos como seres dignos, hechos a su imagen y semejanza, aprendemos a reconocer a los demás de la misma manera, valorarlos y respetarlos, sin discriminación, así como el Señor, que no hace acepción de personas (Rom. 2:11), obra con nosotras. Esto requiere una estrecha relación con Dios. Si nos sentimos únicas e irrepetibles consideraremos a los demás de la misma manera.
¡Cuán importante es saber que no fuimos un infortunio o error de la vida! No somos “algo” sino “alguien” planeado por Dios antes de que fuéramos concebidas por nuestros padres y viéramos la luz de este mundo. A los ojos de Dios somos “honorables, de gran estima y nos ama” (Isa. 43:4). ¡Cuánto respeto y amor por nuestra persona! De ese amor debería nacer, a modo de respuesta, la comunicación y la comunión que tengamos con el Señor.
Como seres humanos únicos y singulares deberíamos reflejar sus virtudes y amor, puesto que hemos sido creadas a su imagen y semejanza. Conocer profundamente el amor del Padre y la vida de su Hijo marcará la diferencia.
Querida amiga, supliquemos en oración constante que el Espíritu Santo ejerza en nosotras una transformación completa del carácter y nos haga una influencia positiva para quienes nos rodean. Que podamos ver en cada ser humano alguien digno de ser respetado, valorado y amado.
Pongamos en práctica las “seis co” (6 CO): comunión, comunicación, cooperación, coparticipación, comprensión y colaboración con Dios para dignificar la vida de nuestro prójimo, principalmente de nuestro esposo y nuestros hijos.
María del Pilar Calle de Hengen, Uruguay
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014 DE MUJER A MUJER
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