agosto 05, 2014

Ahora entiendo el amor de Dios | Matutina para Mujeres

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“Siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos”. Filipenses 2:6, 7, NVI.
Cuando Dios nos permite convertirnos en madres y tenemos en nuestros brazos esa preciosura rosada y llorona, que grita con una fuerza más grande que su tamaño, nos sentimos realmente diferentes. Ese privilegio nos hace sentir una emoción profunda y plena. Nuestro bebé nos mira con sus ojitos fijos, como queriendo conocernos, reconocernos, grabarnos para siempre en su memoria.
“¡Qué linda sonrisa!” “¡Qué deditos perfectos!” “¿Será pianista?” Empiezan los sueños y las ilusiones. Creemos que nunca crecerán. Cuando se enferman, las noches son interminables. Sus alegrías nos llenan de gozo. Todo en ellos nos sorprende y emociona: “Dijo papá”, “ya camina”, “le gusta bañarse y jugar con el agua”, “se parece a la tía”… Un hijo es un precioso regalo de Dios, sus días nos hacen vibrar. Las madres estamos siempre cerca de nuestros hijos como el ángel de la guarda.
Sin darnos cuenta pasan los años con gran rapidez entre alegrías, tristezas y aflicciones. El hijo crece, empieza su experiencia en la escuela, su relación con los maestros, amigos, cumpleaños, regalos, graduaciones, vestidos, el teléfono, el novio o la novia… El tiempo voló. ¿Lo preparé para la vida?
Mi hija acaba de irse en su auto rojo. La vi partir velozmente. No pude acompañarla y me quedé pensando en cuán de prisa pasó el tiempo. Mi hija creció y también se fue. ¿Habré hecho bien? ¿Pondrán en práctica lo que les hemos enseñado? Es verdad que hay que dejarlos volar por sí mismos. Tomarán sus propias decisiones en un mundo cada día más difícil, hostil, convulsionado y peligroso. Entonces, confiar en el Señor es lo único que nos sustenta.
Nuestro Padre celestial mandó a su único y amado Hijo a un mundo lleno de pruebas, tentaciones y peligros. Permitió que entregara su vida como ofrenda para salvar a la rebelde humanidad. ¡Qué sacrificio! ¡Cuánto amor! Siempre he sentido mucha gratitud al Señor por ese amor tan grande, pero hoy, al ver partir a mi hija, puedo comprender en parte el sacrificio que Dios hizo por mí y aprecio más que nunca su regalo de amor.
Ana Luz Barrientos, Estados Unidos

LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER 2014
”DE MUJER A MUJER” by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall.com

 

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