“Pues él mandará que sus ángeles te cuiden por dondequiera que vayas”. Salmo 91:11, DHH.
Mientras trabajábamos en los Yungas, La Paz, Bolivia, atendíamos congregaciones distantes unas de otras. A algunas se podía llegar en auto, a otras en moto, por la estrechez del camino, y a otras solo a pie. En tiempo de lluvia había constantes deslizamientos de piedras y lodo de las montañas.
Cierta vez, mi esposo retornaba de una iglesia en su moto. En el camino debía pasar por uno de esos peligrosos lugares de deslizamiento. Esperó a que pasara un camión para seguir la huella. Pasó el camión y mi esposo pasó detrás. D
e pronto vio que las ruedas de su moto se hundían en el barro y era arrastrado con fuerza hacia el precipicio. Solo tenía una salida, clamar al Todopoderoso y, casi gritando de angustia, dijo: “Dios mío, sálvame y ayúdame a sacar mi moto; por favor, Padre mío, te necesito”.
En esa época solo teníamos la moto para hacer el trabajo pastoral. Levantó la mirada hacia la carretera y vio a una mujer campesina. Le pidió ayuda y ella, sin decir una palabra, entró al barro, se acercó a la moto, la aseguró en sus manos con una fuerza increíble y ayudó a mi esposo a salir del peligro.
Él, agradecido y muy feliz de estar en tierra firme, buscó un poco de agua para lavarse las manos y pagar a la señora por el favor realizado, pero ella había desaparecido. Entonces, se arrodilló en la soledad del camino y agradeció al Señor por haber mandado un ángel para ayudarlo en un momento tan difícil.
Amiga, quizá nos sintamos tentadas a pensar cuán duro es llevar el evangelio a lugares inhóspitos y con pocas comodidades, pero las satisfacciones que recibimos en esta tierra son apenas un preludio de las que recibiremos en la Tierra Nueva. ¡Qué gozo habrá en el cielo cuando los redimidos se abracen con aquellos que se sa
crificaron para llevarles esperanza! ¡Cómo vibrarán de satisfacción los corazones de los que no vivieron para agradarse a sí mismos, sino para amar y guiar a los que no tenían la luz del evangelio! Para ellos es la promesa: “Y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los justos” (Luc. 14:14).
Elizabeth Chuquimia de Acnuta, Bolivia
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014 DE MUJER A MUJER Recopilado por: Pilar Calle de Henger
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