agosto 14, 2014

Ternura de mamá | Matutina para Mujeres

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“Como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos”.
1 Tesalonicenses 2:7.
Trabajábamos en Bolivia cuando regresé al Perú por unos documentos. A pedido de mi esposo, al volver cargué una gran valija con sus libros. En la frontera peruano-boliviana esperé un transporte que me llevara a La Paz.
Allí tomaría el autobús a Cochabamba, donde vivíamos. Una dama, de apariencia prolija y muy cordial, se ofreció a ayudarme con la maleta para subir al primer auto que llegara y conseguir asiento. Me sentí agradecida por su ayuda.
Poco antes de llegar a La Paz, me dijo que también iba a Cochabamba. “¿Por qué no nos acompañamos? –sugirió–. Mientras tú abordas el taxi para la terminal de ómnibus, yo bajo tu maleta”. “¡Gracias, Señor, qué buena mujer!” me dije. Subí al taxi, y también mi maleta. La “amiga desconocida” se sentó a mi lado, y al momento de partir, otra mujer abrió la puerta diciendo: “Yo también voy a la terminal”. La reconocí pues había venido con nosotros desde la frontera. En vez de sentarse en el asiento desocupado de adelante, se sentó a mi lado y sentí una extraña angustia.
A poco de partir, el auto se detuvo. Un hombre se identificó como policía de investigaciones y dijo: “He visto a estas mujeres venir de la frontera, son buscadas por tráfico de drogas”. Abriendo la puerta junto al chofer, ordenó “¡A la comisaría!” mientras informaba por un walkie-talkie que las sospechosas estaban siendo conducidas al puesto policial.
Le dije al “policía” que me dejara bajar pues yo no conocía a las mujeres. Sin esperar, me respondió: “Danos todo el dinero que traes; todo, no ocultes nada”. Caí en la cuenta de que conformaban una banda de asaltantes. Tomó todo el dinero que había en mi cartera y mis bolsillos. Una de las mujeres abrió la puerta y la otra me empujó, a la vez que el chofer sacaba mi maleta de la baulera tirándola al piso. Se alejaron y quedé sola.
Dos mujeres quechuas que pasaban por ahí, a quienes conté llorando lo que me había pasado, me dijeron: “Hijita, tienes suerte porque estos asaltantes matan”. Revisando mis bolsillos encontré ochenta bolivianos… lo suficiente para llegar a Cochabamba.
¡Gracias, Señor! Me conmueve pensar que así como yo cuido de mi hija, tú cuidas de mí con ternura de madre.
Nelly Paredes de Corrales, Perú

DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014 DE MUJER A MUJER Recopilado por: Pilar Calle de Henger

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