“Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Juan 14:15.
Estudié Medicina en una universidad privada no adventista donde las clases eran seis días a la semana, y desde el inicio tuve que luchar para guardar el sábado. Una de las materias principales se dictaba lunes, miércoles y viernes de noche. El docente escogió los viernes para rendir exámenes.
Tenía poca posibilidad de aprobar la materia, y decidí entrevistarme con el docente. Escuchó mi presentación hasta que le mencioné mis principios religiosos. Entonces, me respondió muy alterado ante todos mis compañeros: “Las religiones y creencias religiosas no me importan, son basura, especialmente para un profesional moderno”.
Con la esperanza de conseguir apoyo académico, fui a ver a la decana de la facultad. Aunque el docente tenía la última palabra, ella me prometió interceder y lo hizo, obteniendo la misma negativa. A partir de ese día soporté sátiras y burlas tanto del profesor como de mis compañeros.
Fue entonces cuando sentí la presencia del Señor más cerca que nunca. El sábado no era mi día, sino de Dios; la decisión de respetarlo era mía, pero la lucha era de él.
Los viernes no me presentaba… y no rendía el examen. Decidí prepararme para dar examen en cualquier momento, presentaba trabajos impecables y antes de la fecha límite para demostrar que cursaba la asignatura a conciencia. Pasaron diez viernes y diez exámenes no rendidos. A mi entender la materia estaba perdida. Con fe y esperanza concluí el semestre.
La tranquilidad y el olvido que me dieron las vacaciones se fueron cuando me matriculé el semestre siguiente. Con temor verifiqué el nuevo listado de materias asignadas; era consciente de que repetiría una. Mi corazón latía aceleradamente.
¿Haría mi Dios algo por mí? ¡Oh, sorpresa! No debía recursar ninguna materia. Entonces fui un poco más allá, ¿qué nota tendría? ¡Ooooh, 89/100! “Gracias, Señor –exclamé–, obraste un milagro para mí”.
Aunque argumenten que tu obediencia es absurda y que tu Dios no existe ni hará nada por ti, él está ahí, te ama y desea tu fidelidad. Con él las derrotas se convierten en victorias y los aparentes fracasos son oportunidades para vida eterna.
Patricia L. Alomía, Argentina
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2014 DE MUJER A MUJER Recopilado por: Pilar Calle de Henger
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