Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo. Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud.
Colosenses2:8-10
Con frecuencia tengo conversaciones con algunas amigas que no están satisfechas con su desempeño personal. Me han expresado que se sienten inseguras, y a pesar de que los demás las consideran mujeres capaces, emprendedoras y talentosas, ellas dudan de sí mismas y viven con temor.
No es raro que eso pase pues, unas más que otras, arrastramos miedos, traumas de la infancia y culpa por los errores cometidos en el pasado; esto frena nuestro desarrollo personal, y nos impide vernos a nosotras mismas como mujeres dotadas de capacidades y virtudes, todas ellas herencia de nuestro Padre Celestial.
Muchas mujeres se preguntan: «¿Cómo puedo hacer para liberarme de todo eso que me impide verme como lo que realmente soy?». La respuesta es sede acuerdo a la promesa de nuestro Dios: «Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:32).
¿A qué verdad hace referencia este texto que se aplique a la reflexión de hoy? Creo que la primera verdad que debemos buscar y aceptar es que somos hijas de Dios y contamos con su favor especial frente a cualquier persona o cosa que nos haga creer lo contrario. Nuestra labor consiste en buscar cada día ser confirmadas en esta grande y maravillosa verdad. Dios nos dice «Tú eres mi hijo [...], hoy mismo te he engendrado» (Sal. 2:7).
La otra magnífica verdad que debemos atesorar en nuestra mente y nuestro corazón es el hecho de que, cuando Dios nos creó, nos otorgó los mejores dones. Estos son los recursos que nos permitirán alcanzar la autorrealización y la liberación que tanto anhelamos experimentar. Tu tarea como mujer es buscarlos y usarlos para alabar a Dios y servir al prójimo. El apóstol Pablo te dice: «Cada uno tiene de Dios su propio don: este posee uno; aquel, otro» (1 Cor. 7:7). Si vives bajo la dirección del Señor, tu actuación será la correcta y te sentirás plena.
Cuando meditamos en esto, nos llenamos de paz y nos sentimos seguras. La liberación de la gran mujer que todas llevamos dentro no depende de nosotras, es obra de Dios y es posible solamente cuando nos entregamos a él.
[Matutina para la mujer “Aliento para cada día”]
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