Andad y clamad a los dioses que habéis elegido, que ellos os libren en el tiempo vuestra aflicción.
Jueces 10:14.
Estas palabras se las dirigió Dios al pueblo de Israel, reprochándole su adoración a los dioses de las naciones vecinas. Sencillamente lo habían dejado, y esto hizo que la ira del Señor se encendiera, y los entregara en manos de los filisteos y de los amonitas.
Al verse bajo la opresión extranjera acudieron a Jehová, reconociendo su pecado por haberse alejado de él para seguir a otras deidades. Dios aprovechó la ocasión para recordarles la forma en que habían sido oprimidos en otras tantas ocasiones, mencionando que él los escuchaba cada vez que clamaban a él.
Pero esta vez no sería igual y les dijo: «Pero vosotros me habéis dejado y habéis servido a dioses ajenos; por tanto, yo no os libraré más. Andad y clamad a los dioses que habéis elegido; que ellos os libren en el tiempo de vuestra aflicción» (Jue. 10:13-14).
Qué terrible sería que hoy Dios nos dijera eso mismo. Sería una muestra de que lo hemos dejado, de que ya no le servimos y de que únicamente nos acordamos de él si nos sentimos oprimidos como resultado de seguir a «otros dioses».
¿Te has preguntado por qué en la hora de la aflicción los israelitas no clamaban a aquellos dioses a quienes seguían? ¿Por qué iban detrás de ellos si no podían recibir su ayuda cuando la necesitaban? ¿Qué los motivaba a adorar a aquellas deidades? Quizá lo hacían porque era fácil prestarles una adoración externa y porque no requerían que sus seguidores los conocieran, ni que se esforzaran por cumplir su voluntad.
Eran dioses que no requerían actos de servicio y a los que se podía rendir un culto fácil y superficial: Lo cierto es que aquellos dioses no podían librarlos de sus aflicciones, del quebranto o de la opresión, eran dioses sin vida, fabricados por manos de hombres. Imágenes que no tenían influencia, y que no podían librarlos de la aflicción.
Ojala que nunca tengamos que escuchar de parte del Señor las palabras: «Anda y clama a los dioses que has elegido». Propongámonos seguir y amar al Señor nuestro Dios con todo nuestro corazón.
[Matutina para la Mujer “Una cita especial”]
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