diciembre 29, 2011

JACTARSE DE LA CRUZ (Gál. 6:14)

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“En cuanto a mí, jamás se me ocurra jactarme de otra cosa sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo ha sido crucificado para mí, y yo para el mundo” (Gal. 6:14, NVI).

Habiendo expuesto los motivos que impulsaban a algunos a insistir en la circuncisión, Pablo presenta a los Gálatas su mensaje del evangelio otra vez, aunque en forma resumida. Para Pablo, el evangelio estaba basado en dos principios fundamentales: 1) la centralidad de la cruz (vers. 14) y 2) la doctrina de la justificación (vers. 15). En la sección de hoy, veremos el primero.
En el siglo XXI nos es difícil comprender el choque que produjeron los comentarios de Pablo acerca de la cruz (Gál. 6:14). Hoy la cruz de Cristo es un símbolo común que evoca sentimientos positivos en la gente. Sin embargo, en los días de Pablo, la cruz era algo despreciable. Los judíos veían ofensiva la idea de un Mesías crucificado y para los romanos, era tan repulsiva que no era un castigo apropiado para un ciudadano romano.
El desprecio del mundo antiguo por la cruz de Cristo se ve en el primer dibujo registrado de una crucifixión. Procedente de comienzos del siglo II, un grafito muestra la crucifixión de un hombre con cabeza de asno. Debajo de la cruz y junto al dibujo de un hombre con los brazos levantados como en adoración, una inscripción dice: “Alejandro adora a su dios”. El punto es claro: la cruz de Cristo era considerada ridícula. Pero Pablo declara que él no se jacta de otra cosa sino de la cruz de Cristo.
¿Qué diferencia produjo la cruz de Cristo en la relación de Pablo con el mundo? Gál. 6:14; Rom. 6:1-6; 12:1-8; Fil. 3:8.
La cruz de Cristo cambia todo para el creyente. Nos desafía a evaluar, nuevamente, a nosotro mismos y cómo nos relacionamos con el mundo. El mundo –este presente siglo malo (1 Juan 2:16)– se opone a Dios. Siendo que hemos muerto con Cristo, el mundo ya no es el poder esclavizador que una vez fue para nosotros, y la vida que una vez vivimos para el mundo ya no existe. Siguiendo la analogía de Pablo, la ruptura entre el creyente y el mundo debería ser como si ambos hubieran muerto el uno para el otro.

¿Qué ha hecho la cruz para afectar nuestra relación con el mundo? ¿Cuán diferente es tu vida ahora de lo que fue antes de entregarte al Señor?

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