diciembre 22, 2016

La generación de Jesús: “¿No tienes ninguna cicatriz?”–1 | Matutina para Adultos 2016

El cruce de los elegidos a la eternidad

“Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niegúese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará’”. Marcos 8:34, 35

ENTONCES, ¿CUÁL ES esa cruz que Jesús dijo que se supone que debemos tomar? Algunos hombres han llegado a la conclusión de que su cruz es una irritable esposa posmenopáusica: “Dios me dio una cruz que sobrellevar”. Algunas mujeres han decidido que su cruz es un matrimonio irremediablemente muerto y sin consuelo del que no pueden librarse legal ni eclesiásticamente: “Es la cruz que llevo por Jesús”.
Pero es poco probable que los matrimonios agriados sean las cruces que Jesús tenía en mente. (De hecho, si Jesús pudiese imponer su criterio, procuraría arreglar ese matrimonio, ¡y probablemente empezaría con el que “porta” la cruz!). Entonces, ¿qué es esa cruz? ¿Los apuros económicos? ¿El fracaso profesional? ¿Una enfermedad terminal?
¿Cómo lo expresó Jesús? “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”. Está claro que tienes que escogerlo: escoger negarte a ti mismo, escoger tomar tu propia cruz, escoger cargar con ella inmediatamente detrás de Jesús (como Simón de Cirene). La cruz a la que nos llama Jesús no es algo que nos imponen. Es algo que elegimos. Lo cual quiere decir que puede ser un matrimonio sin amor, si eliges sobrellevarlo por lealtad a Jesús y ser fiel a tu cónyuge pese a la falta de reciprocidad.
Puede ser el fracaso profesional, si tu elección de ser fiel a Jesús te pone en desacuerdo con las órdenes o las expectativas de tus superiores en el trabajo, de modo que te despiden o te hostigan con la esperanza de que dejes ese empleo. Tu cruz puede ser la discriminación racial, que ha seguido tu senda y ha acosado tu alma, si decides aceptar esa discriminación injusta, si no ilegal, que estás sufriendo, por amor de Jesús. Tu cruz puede ser esa enfermedad terminal, si eliges aceptar tu crisis física como una oportunidad dar testimonio de tu confianza impasible en Dios en medio del dolor y de una muerte inminente.
Pero la elección debe ser tuya, y, en realidad, al final, solo tuya. Terry Wardle observa: “La vida cristiana aporta una enorme bendición […]. Pero Jesús nunca ocultó ni por un momento el hecho de que la vida cristiana sería exigente y costosa” (The Transforming Path, p. 139). En nuestra sociedad, tan interesada por los derechos, en la que la gente se apresura a demandar para asegurarse de ser debidamente resarcida, Belén y el Calvario nos recuerdan que nuestra justa recompensa es una cruz, como la de Jesús.

ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson

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