El cruce de los elegidos a la eternidad
“De cierto, de cierto os digo que sí el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto”. Juan 12:24
BIENVENIDO AL “REINO PATAS ARRIBA” de Jesús, según lo describió Donald Kraybill. Es el único reino de la tierra en el que, para ganar, debes perder; para ser el primero, debes ser el último; para ser un dirigente, debes convertirte en un siervo; para ser el mayor, debes llegar a ser el menor; para vivir, debes morir. Seamos sinceros: No es el tipo de cosa que te convertirá en ganador en Sobrevivientes o en cualquier otro de los demás programas de telerrealidad. Con Jesús, la supervivencia no es la premisa que impulsa a los que lo siguen. El sacrificio sí.
Siguiendo la ilustración de Jesús, tomemos un grano de trigo o de maíz. Piensa en todo lo que se puede hacer con los granos de maíz: con algo de pegamento, los niños pueden formar caras graciosas para la nevera; con un microondas llenas una bolsa de palomitas para comer el sábado de noche; con un trozo de cuerda puede decorar un árbol de Navidad; o con un tarro de cristal das vida a tus estantes con bonitos colores. Pero no hace falta que seas horticultor para saber que ninguno de estos usos es la vocación primordial de un grano o de una semilla. Porque una semilla tiene un solo propósito en la vida. Cualquier otra cosa desmerece de su razón de ser. En nuestro texto de hoy Jesús declara que la mejor semilla es una semilla enterrada. Puedes dejar las semillas apiñadas en un tarro [una iglesia] en el estante para siempre, pero nunca llegarán a ser más que un tarro de semillas. Todo agricultor sabe que tienes que sacrificar la semilla para salvar la semilla.
Entonces, ¿eres tú, soy yo…, somos los elegidos una semilla enterrada? “Todos los que produzcan frutos como obreros juntamente con Cristo, deben caer primero en la tierra y morir. La vida debe ser echada en el surco de las necesidades del mundo. Deben perecer el amor propio y el egoísmo. Pero la ley del sacrificio propio es la ley de la preservación propia [el reino patas arriba]. La sencilla enterrada en el suelo produce fruto, y a su vez este es sembrado. Así se multiplica la cosecha. El agricultor conserva su grano esparciéndolo. Así en la vida humana: dar es vivir [el reino patas arriba otra vez]. La vida que se preservará será la que se dé liberalmente en servicio a Dios y los hombres. Los que sacrifican su vida por Cristo en este mundo, la conservarán eternamente” (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 64,65; la cursiva es nuestra).
Por eso la historia de la Navidad comienza en un establo, no en un palacio. Porque la abnegación es la regla del Rey que vino y la vida de los elegidos que le siguen.
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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