diciembre 07, 2016

Cuatro secretos para sobrevivir al terremoto económico venidero – 2 | Matutina para Adultos 2016

3CF

El cruce de los elegidos a la eternidad

“Dios les dará a ustedes todo lo que les falte, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús”. Filipenses 4:19, DHH

¿TE HAS PREGUNTADO alguna vez por qué se inventaron los anuncios publicitarios?
En una ocasión leí un libro de Jerry Mander, exdirector de una empresa de publicidad. Su título delata su premisa: Four Arguments for the Elimination of Televisión [Cuatro razones para la eliminación de la televisión]. En él dice algo importante que se me ha quedado grabado a lo largo de los años. El propósito fundamental de la publicidad es crear en el televidente un estado de descontento. Piénsalo. ¿Necesito la publicidad para recordarme que debo consumir alimentos y ponerme ropa para sobrevivir? ¿Necesitas anuncios que te recuerden que te cepilles los dientes y te laves las manos y tu ropa sucia?
¡Más bien no! La publicidad busca vendernos lo que no habríamos comprado si no hubiésemos visto el anuncio. Crea “una insatisfacción”. Sencillamente, tengo que hacerme con ese iPhone, conducir ese vehículo, ponerme esos pantalones de marca. Y así compramos lo que no necesitamos.
Secreto 2. Descubre el gozo del contentamiento. (Y ver menos televisión sería un secreto auxiliar, supongo). No elimines deudas únicamente, sino mantente alejado de la deuda. ¿Qué impedirá que sucumbamos a los cantos hipnóticos de las tiendas (especialmente durante esta época navideña)? “Pues he aprendido a estar satisfecho en
cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez” (Fil. 4:11, 12, NVI). Como ves, el contentamiento es un estado de ánimo apacible basado en una forma de vida sencilla. Pablo no era un budista zen. Era un seguidor de Cristo que aprendió a estar feliz y contento con cualquier cosa que tuviera o no tuviera. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (vers. 19). Es una promesa de suplir todas nuestras necesidades, no nuestros deseos. Cuando reducimos nuestros caprichos, sentimos contentamiento al confiar nuestras necesidades a Dios.
“Todo el tesoro del cielo está abierto a aquellos a quienes él trata de salvar. Habiendo reunido las riquezas del universo, y abierto los recursos de la potencia infinita, lo entrega todo en las manos de Cristo y dice: Todas estas cosas son para el hombre. Úsalas para convencerlo de que no hay mayor amor que el mío en la tierra o en el cielo. Amándome hallará su mayor felicidad” (El Deseado de todas las gentes, cap. 5, p. 40). ¿Eres capaz de pensar en un Amigo más querido en el que confiar y al cual amar?

ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson

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