septiembre 02, 2015

Yo lo esperaba antes de ir al servicio militar | Matutina para Adultos 2015

“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre” (Mateo 24:35, 36).
Cuando yo era un muchacho acostumbraba a ir a casa de una familia adventista a jugar con el hijo menor. Un día, mientras jugábamos en el patio de la casa, le pregunté con la candidez y confianza que me inspiraba saber que él era un adventista de nacimiento:
–Dime, Daniel, ¿cuándo crees tú que vendrá el Señor?
Daniel, que había escuchado muchas veces a su madre y a su padre que el fin estaba muy cerca, me respondió con el aire grave de quien se sabe un experto en la materia:
–Antes de que tú y yo vayamos al servicio militar Cristo ya habrá venido.
La afirmación me pareció razonable y continuamos jugando. Para mí, la Segunda Venida llenaba el horizonte de mis expectativas de jovencito. Estaba seguro que sería testigo de ella antes de la edad madura.
Han pasado más de sesenta años desde entonces. Daniel y yo fuimos al servicio militar. Luego, terminamos nuestra preparación ministerial en el seminario adventista. Comenzamos a predicar el inminente regreso del Señor con la fuerza de la juventud. Nos jubilamos a los setenta años y el Señor aún no ha venido. ¿Decepción?
¿Dudas sobre la verosimilitud de la venida? ¡De ninguna manera! Acaso, una comprensión más correcta y profunda de la espera del advenimiento. Los discípulos, momentos antes de la ascensión de Jesús, le preguntaron: “¿Restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” A lo que él respondió: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las ocasiones que el Padre puso en su sola potestad” (Hech. 1:6, 7).
El apóstol Pedro nos da una primera clave: el tiempo no tiene el mismo valor para nosotros que para Dios. El tiempo es la existencia humana subordinada a un principio y un fin, en contraposición con la permanente eternidad divina: “Pero, amados, no ignoréis que, para el Señor, un día es como mil años y mil años como un día” (2 Ped. 3:8). 
Habacuc interpeló al Señor y le preguntó: “¿Hasta cuándo, Jehová, gritaré sin que tú escuches, y clamaré a causa de la violencia sin que tú salves?” (Hab. 1:2). Y el Señor le dio la consigna definitiva para todos los que esperamos ansiosos la manifestación gloriosa de Jesús: “Aunque la visión tarda en cumplirse, se cumplirá a su tiempo, no fallará.
Aunque tarde, espérala, porque sin duda vendrá, no tardará” (2: 3).
Porque hay un Dios en los cielos… confía en esta bendita promesa.

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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