septiembre 07, 2015

Sueño y cautela de las diez vírgenes | Matutina para Adultos 2015

“Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que, tomando sus lámparas, salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; pero las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas” (Mat. 25:1-4).
La parábola de las diez vírgenes la pronunció Jesús casi al final del sermón profético, al anochecer, mientras se veían a lo lejos las luces de un cortejo nupcial como el que estaba narrando. Las diez doncellas, con sus lámparas de aceite encendidas, estaban esperando a la puerta de la casa de la novia la llegada del novio con la intención de acompañarla a casa de este, donde la comitiva celebraría los festejos nupciales. Pero el esposo tardó, las vírgenes se durmieron, y cuando despertaron con el clamor de media noche sus lámparas se estaban apagando. Cinco tenían reserva de aceite, las otras cinco no y, tristemente, se quedaron fuera del cortejo nupcial.
De las cuatro parábolas del sermón de Jesús, esta es la que presenta los resultados más dramáticos porque, aparentemente, las diez muchachas eran iguales, pero no tuvieron el mismo final. Todas tenían sus lámparas encendidas cuando llegaron, se cansaron de esperar y se durmieron. Cuando las lámparas empezaron a apagarse, se despertaron a tiempo de aderezarlas para salir al encuentro del esposo, pero solo cinco habían previsto las eventualidades de una espera prolongada.
El aceite representa al Espíritu Santo que nos provee del don de la fe para mantenernos vigilantes y activos en la espera del advenimiento. Pero algunos tienen expectativas equivocadas con relación a la inminencia: sitúan el advenimiento en un tiempo determinado, no hacen acopio de fe para los días malos, y como Jesús no ha venido tan pronto como ellos esperaban, se desaniman y pierden la fe. 
La esperanza que nos puede sostener en la demora es un valor espiritual intransferible. Si la poseemos, nos sentiremos seguros aunque la espera se prolongue.
Víctor Hugo describe en Los miserables a un pajarito posado en una débil ramita de un arbusto que se inclinaba hacia la corriente de un arroyo tumultuoso.
Con su peso, el pajarito hacía que la rama se doblase de modo que parecía iba a romperse de un momento a otro; además, un fuerte viento azotaba al pajarillo dando la sensación que iba a ser arrastrado fuera de su precario apoyo y lanzado a la corriente. Pero, a pesar de todo esto, ¡el pajarillo trinaba! ¿Por qué? Porque sabía que tenía alas.
Pide hoy el Espíritu Santo, la gran provisión divina para estar listos para el regreso de Cristo.


DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015
Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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