“¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas”. Salmo 36:7.
Ese era un día especial. Todo estaba preparado para recibir al nuevo miembro de la familia. Estábamos felices porque pronto tendríamos en nuestros brazos a nuestro primer hijo, a quien llamaríamos Pablo Esteban. Llegamos al hospital y cuando me realizaron el chequeo pertinente, me informaron que algo no estaba bien y tendrían que practicarme una cesárea. Programaron el parto para las 21:00.
Mientras aguardaba el momento, oraba constantemente: “Señor, ayúdame para que todo salga bien”. Los médicos empezaron a operar y a las 21:45 nació mi bebé. Pasados unos minutos, la pediatra se acercó y me dijo que el pequeño estaba vivo, pero que tenía su salud comprometida. Me lo mostró y, mientras besaba su frente, solo pude decirle que lo amaba.
En ese momento clamé al Señor para que me diera la fuerza y la sabiduría necesarias para velar por el bienestar de mi hijito, pero entendí que mi bebé habría necesitado varias cirugías y tratamientos. Cuando salí de la cesárea le dije a mi esposo que nuestro bebé no estaba bien, y le pedí que orara mucho.
Después de largas y angustiosas horas de espera, una enfermera me comunicó que mi bebé había fallecido. El dolor era intenso, pero más allá del sufrimiento reconocí la misericordia de Dios. En su infinito amor permitió que mi hijo descansara y así evitara una vida llena de dolor, y nosotros, sus padres, una vida llena de angustia.
Convencida de que nuestras vidas son fortalecidas por el Altísimo, puedo decir que después de los momentos de prueba, de esas noches lóbregas e interminables, llega la alegría de un nuevo amanecer con el brillo de un sol radiante que nos recuerda el eterno amor, la misericordia y la gracia que nuestro Padre nos extiende cada día.
Amiga, después de tan difícil pérdida, puedo entender mejor el sacrificio que hizo el Padre celestial al dar a su único hijo para que nos salvara de este mundo lleno de dolor y de muerte. Estoy segura de que un segundo bebé será la bendición con la que Dios quiere alumbrar mis días. ¡Gracias, Señor, por tu infinito amor y misericordia!
Sara Mariela Hinojosa E. de Narváez, Ecuador
ECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER 2014
”DE MUJER A MUJER” by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall.com
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