“Y cuando estés orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas”. Marcos 11:25.
Cuando tenía siete meses, mis padres se separaron, lo que hizo que casi no conociera a mi padre. En varias oportunidades me encontré con él, sin embargo, uno de los encuentros que más recuerdo no es precisamente el más agradable. Había terminado los estudios secundarios en un colegio estatal y se aproximaba el viaje de fin de curso.
Yo no quería participar, porque estaría colmado de atracciones desfavorables para una joven cristiana que trataba de mantenerse en el camino del Señor. Entonces, mi madre me propuso viajar juntas para conocer a unos familiares que teníamos en un país vecino. Como era menor de edad, debía solicitar un permiso especial a mi padre para viajar al exterior. Él no quiso firmar el permiso y eso me irritó mucho. Sentí que además de haberme abandonado sin importarle lo que me pudiera suceder, ahora se sumaba la negación de una simple firma. Admito que me descontrolé y le dije una infinidad de palabras ofensivas. No quise volver a verlo.
Con el tiempo, formé mi familia. Mi esposo siempre tenía el deseo de conocer a mi padre, pero cuando el tema surgía, yo lo desviaba. Estaba herida, no quería saber nada de él. Sin embargo, mi esposo insistía en que debía perdonar y olvidar lo sucedido, para sentir paz en mi corazón. Una vez, visitando la ciudad de mi infancia, pasamos frente a la casa de mi padre y mi esposo quiso detenerse allí para conocerlo.
Al principio me dio un poco de temor y vergüenza por lo que había sucedido once años atrás. Pero ese encuentro fue diferente. Incluso, al día siguiente volvimos para almorzar en su casa junto a su familia. Fue el día más grato de mi vida, porque experimenté lo que es perdonar y sentirme perdonada. Con mi padre nos abrazamos por primera vez y pudimos sentir que, a pesar de las circunstancias que nos separaron, había amor en nuestro corazón.
Hoy estoy en paz porque Dios hizo posible esa reconciliación. Ya no hay rencor en mi corazón. Ahora sé que perdonar y ser perdonada es la sensación más placentera que una cristiana pueda sentir.
Nivia Altamirano de Barreiro, Argentina
ECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER 2014
”DE MUJER A MUJER” by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall.com
0 comentarios:
Publicar un comentario