Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. Romanos 12:1.
Es más fácil ser un sacrificio muerto que uno vivo. Al menos, al morir el sacrificio se termina, pero en vida sigue y sigue. Así ocurrió con los fundadores del adventismo. Bates, como vimos antes, había tenido una cantidad razonable de riquezas. Pero, al haberlo entregado todo al millerismo, salvo su casa, pasó el resto de su vida en el delgado límite de la realidad financiera.
Pero, no era el único. En abril de 1848, Jaime White pudo escribir, de él y de Elena, que “todo lo que tenemos, incluyendo vestimenta, ropa de cama y muebles para el hogar, está en un baúl de un metro, y está lleno hasta la mitad. No tenemos otra cosa que hacer más que servir a Dios, e ir donde Dios nos abra el camino”
Pero, viajar no siempre era fácil en aquellos días, especialmente si una persona estaba en la ruina. Bates, por ejemplo, a comienzos de 1849, se sintió muy impresionado en cuanto a que era su deber predicar el mensaje en Vermont. Como no tenía dinero, decidió caminar desde el sur de Massachusetts.
Sin embargo, él no era el único convencido en cuanto a ese viaje misionero. Sarah, la hermana de Elena de White, sintió la impresión de que debía ayudarlo; solicitó un adelanto de sueldo de su empleador y trabajó por 1,25 dólares por semana como contratada, para pagar el viaje de él.
Pero, el viaje fue fructífero. Jaime White escribió que Bates “tuvo muchas dificultades, pero Dios estuvo con él y se hizo mucho bien. Encontró o dejó un buen número en el día de reposo”.
Para quienes vivimos en tiempos más prósperos, es difícil entender las privaciones por las que atravesaron los primeros adventistas para llevar a cabo su misión. Más adelante, Jaime White comentó que “los pocos que enseñaban la verdad viajaban a pie, en vagones de segunda clase o en las cubiertas de los barcos de vapor, por falta de medios”.
Esos viajes, comentó su esposa, los exponían al “humo del tabaco, y además teníamos que escuchar las maldiciones, y la conversación vulgar de la tripulación y de los pasajeros sin educación” (1 TI 77). De noche, a menudo dormían en el piso, sobre cajones o bolsas de granos, con la maleta como almohada, y se cubrían con el abrigo. En invierno, caminaban por la cubierta para entrar en calor.
¡Y nosotros creemos que llevamos una vida difícil; que hemos tenido una vida de sacrificios! Piensa una vez más. La mayoría no tenemos ni la más remota idea de los sacrificios necesarios para establecer nuestra iglesia.
MEDITACIONES MATINALES PARA ADULTOS 2014
”A MENOS QUE OLVIDEMOS” by: George R. Knight, Imagen by: v3wall.com
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