Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Mateo 19:4, 5. |
Indudablemente, es una sorpresa para los adventistas del séptimo día más atrincherados descubrir que Jaime White no creía en el matrimonio. Sí, escuchaste bien: Jaime se oponía al matrimonio en 1845. Por lo tanto, pudo publicar en el Day-Star que una pareja adventista había “negado su fe”, al anunciar su casamiento. El matrimonio, sostenía White, era un “ardid del Diablo.
Los hermanos firmes de Maine que esperan que Cristo venga no tienen asociación con esa maniobra”. Te preguntarás por qué asumió esa postura. La respuesta aparece en su siguiente frase: “Buscamos la redención en la Vigilia de la Mañana”.
El hecho es que esperaban que Jesús regresara en octubre de 1845. Más allá de eso, los primeros adventistas creían que el tiempo era extremadamente corto. Y, desde esa perspectiva, casarse y formar un hogar parecía ser una negación de la fe en el pronto regreso de Jesús; después de todo, si Jesús viniera cuando lo esperaban, no habría necesidad de hogares y matrimonios terrenales.
De modo que, más adelante, Jaime informó que “la mayoría de nuestros hermanos que creían, como nosotros, que el movimiento de la Segunda Venida era la obra de Dios, se oponían al matrimonio porque creían que el tiempo era muy corto, y consideraban que casarse era una negación de nuestra fe, ya que ese paso parecía contemplar años de vida en este mundo”. Pero, el tiempo continuó. Y con él, vino la reevaluación.
Como resultado, Jaime y Elena se casaron en agosto de 1846. La razón: “Dios tenía una obra para que ambos hicieran, y vio que podríamos ayudarnos mucho en esa obra”. Después de todo, la joven Elena necesitaba de un “protector legal”, si iba a viajar por el país llevando su “importante [...] mensaje al mundo”.
La lección: a veces, nos equivocamos. Y entonces, lo único razonable es admitirlo y corregir el rumbo. Pero, a algunos no nos resulta fácil.
Ayúdame, Señor, a ver tu conducción a pesar de mis errores. Ayúdame a ser lo suficientemente humilde como para adaptarme cuando me equivoco.
Tomado de: Devocionales Matutina para Adultos 2014
“A menos que Olvidemos” by: George R. Knight, Imagen by: bing
0 comentarios:
Publicar un comentario