octubre 14, 2011

PABLO, EL AUTOR DE LA CARTA

Lee 2 Pedro 3:15 y 16. ¿Qué nos indica este pasaje acerca de cómo consideraba la iglesia primitiva los escritos de Pablo? ¿Qué nos enseña acerca de la inspiración?

Al escribir a los gálatas, Pablo no trató de producir una obra maestra literaria sino, bajo la conducción del Espíritu Santo, atender situaciones específicas de los creyentes en Galacia.

Cartas como Gálatas desempeñaron un papel esencial en el ministerio apostólico de Pablo. Como misionero al mundo gentil, Pablo fundó varias iglesias esparcidas por el Mediterráneo. Aunque él visitaba estas iglesias cada vez que podía, no permanecía en un lugar demasiado tiempo. Para compensar sus ausencias, Pablo escribía cartas a las iglesias para darles conducción. Con el tiempo, copias de las cartas de Pablo fueron compartidas con otras iglesias (Col. 4:16). Aunque algunas de las cartas de Pablo se han perdido, por lo menos trece libros del Nuevo Testamento llevan su nombre como autor. Como muestran las palabras de Pedro ya citadas, llegó el momento en que los escritos de Pablo se consideraron como Sagradas Escrituras. Esto muestra cuánta autoridad tuvo su ministerio en la historia temprana de la iglesia.

En una época, algunos cristianos creyeron que el formato de las cartas de Pablo era singular y especial, creado por el Espíritu para contener la Palabra inspirada de Dios. Este concepto cambió cuando dos jóvenes eruditos de Oxford, Bernard Grenfell y Arthur Hunt, descubrieron en Egipto muchísimos fragmentos de papiros antiguos (el papiro era un material popular para escribir, y se usó varios siglos antes y después de Cristo). Además de encontrar algunas de las copias más antiguas del Nuevo Testamento, encontraron facturas comerciales, recibos de impuestos, y cartas personales.

Para sorpresa de todos, el formato de las cartas de Pablo resultó ser común a todos los escritores de cartas de sus días. El formato incluía: 1) un saludo inicial, que mencionaba el remitente y el receptor, y una salutación; 2) palabras de agradecimiento; 3) el cuerpo principal de la carta; y 4) declaraciones finales.

Si la Biblia fuera escrita hoy, ¿sobre qué materiales se escribiría; qué formato y qué estilo crees que Dios usaría para alcanzarnos ahora?

No es lícito deducir de la afirmación del Apóstol Pedro en su segunda carta capítulo 3:16, donde declara referente a las cartas de Pablo: “En las cuales hay ciertas cosas difíciles de entender, que los ignorantes e inestables corrompen…”, que quiera decir: escritos confusos. Difíciles, sí; porque el argumento paulino es profundo como solo podría ser la de un erudito. Pero confusos, no.

Dentro de esta asertiva concluimos, enfocando la epístola a los Gálatas y las otras cartas de Pablo: En su argumento hablando sobre la ley, que normalmente implica la Torá , y que presenta el conjunto de las leyes para orientar a los israelitas, no es posible admitir que estemos delante de un escritor realmente confuso e indefinido. Pablo no revela estas características en ninguno de sus escritos.

Escritor esclarecido, erudito, no mesclaría en sus cartas, dirigidas a laicos neófitos, las diversas leyes en una tamaña confusión a punto de ser imposible descubrir el pensamiento correcto de su argumento.

Muchas veces sacamos un verso o aún una frase, contenido en el centro de un argumento y nos enredamos como en una tela de araña al procurar comprenderlo aisladamente. En la mayoría de los casos de “cosas difíciles de entender”, es suficiente leer atentamente el contexto y la dificultad se esclarece por sí sola. En la epístola a los Gálatas, ese por menor es sumamente importante.
Piense: “Muchos confunden estos dos sistemas y se valen de los textos que hablan de la ley ceremonial para tratar de probar que la ley moral fue abolida; pero esto es pervertir las Escrituras. La distinción entre los dos sistemas es clara. El sistema ceremonial se componía de símbolos que señalaban a Cristo, su sacrificio y su sacerdocio. Esta ley ritual, con sus sacrificios y ordenanzas, debían los hebreos seguirla hasta que el símbolo se cumpliera en la realidad de la muerte de Cristo. Cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Entonces debían cesar todas las ofrendas de sacrificio. Tal es la ley que Cristo quitó de en medio y clavó en la cruz. (Col. 2: 14.) “. – Patriarcas y Profetas, pág. 364.

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