“Si esto es así, ¡cuánto más la sangre de Cristo, quien por medio del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que conducen a la muerte, a fin de que sirvamos al Dios viviente!” Hebreos 9:14, NVI
QUEDÉ ASOMBRADO AL SABER que hay una montaña literaria oculta en los cinco primeros libros de la Biblia, una montaña con dos laderas y un pico imponente. Los eruditos llaman a estas montañas literarias “ocultas” quiasmos, figuras literarias excepcionales mediante las cuales los autores bíblicos pudieron ocultar montañas temáticas de pensamiento paralelo en los textos hebreos y griegos.
Los autores desarrollaban quiasmos para llamar la atención del lector perspicaz a la cima de la montaña, a la verdad culminante o al centro de interés del pasaje, del libro o, en el caso del Pentateuco, a la cima de los cinco libros. Porque los cinco primeros libros de la Biblia, escritos todos por Moisés, son un quiasmo. Imagínate un triángulo, y en la ladera, abajo, está el Génesis. En el lado opuesto del triángulo, en la parte inferior está el Deuteronomio. Ambos libros comparten asombrosos paralelos literarios. Tras el Génesis, subiendo por la ladera izquierda del quiasmo, viene Éxodo, y encima por la ladera derecha viene su paralelo, Números (el libro anterior al Deuteronomio). Y ocupando el pináculo del quiasmo está el libro restante, Levítico.
Pero William Shea y Richard Davidson descubrieron que el propio Levítico es un quiasmo, con el capítulo 1 en la ladera izquierda y el capítulo 27 en la ladera derecha, etcétera.
Y, ascendiendo por las laderas, ¿cuál es la cumbre de Levítico (y, por extensión, del Pentateuco), el capítulo resumen? Levítico 16: ¡el capítulo sobre el Día de la Expiación y la purificación del santuario!
Pero hay más. Shea y Davidson observan que la palabra clave subiendo por la ladera izquierda del quiasmo de Levítico es “sangre”, usada más de sesenta veces en los capítulos 1 a 16. Y la palabra clave bajando por la ladera derecha es “santo”, usada más de sesenta veces del capítulo 16 al final. Y, en el pináculo, el Día de la Expiación toma esos temas gemelos -el sacrificio divino (“sangre”) y la santidad humana (“santo”)- y los une. Toma buena nota: El llamamiento que Dios extiende para nuestra santidad tiene como premisa el don divino de su salvación. Subiendo por un lado de la montaña,
Dios declara a través de los sacrificios: “Yo di mi vida enteramente por ti”. Bajando por el otro lado de la montaña, dice: “Ahora, vive tu vida por entero para mf. Por eso, no dejes que nadie intente decirte que la purificación del santuario y un juicio escatológico previo al advenimiento son legalismo carente de gracia. Las dos laderas de una montaña nos enseñan algo distinto. ¡No es de extrañar que los elegidos den las gracias a Dios por un monte llamado Calvario!
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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