noviembre 30, 2016

La generación a lo Juan el Bautista – 4 | Matutina para Adultos 2016

Neuschwanstein-Castle-Panorama

El carácter de los elegidos

“Y él fue por toda la región contigua al Jordán predicando el bautismo del arrepentimiento para perdón de pecados”. Lucas 3:3

ESTÁBAMOS EN EUROPA intentando dar con Neuschwanstein, ese castillo de cuento de hadas, sito en Baviera, que nuestra hija llevaba tiempo queriendo ver. Nos detuvimos en Innsbruck, Austria, para comer y luego seguimos nuestro viaje en automóvil, descubriendo una magnífica autopista de cuatro carriles que discurría por espectaculares parajes de montaña. Pero daba la impresión de que nos dirigíamos al sur.
Salimos por fin de la carretera junto a una casita que había en una ladera y preguntamos a la familia cómo llegar al castillo. Mirando nuestro mapa y a nosotros después, negaron con la cabeza: “No, no. ¡Esto Italia, esto Italia!” Muchos kilómetros antes, habíamos tomado una desviación indebida, metiéndonos en una autopista equivocada e íbamos en la dirección incorrecta en el país indebido. ¡Qué bochorno! Pero eso precisamente es lo que significa el llamamiento de Juan el Bautista al arrepentimiento. ¡Da un giro a tu vida! Vas en la dirección indebida. Y lo predicó, más que a nadie, a los salvos.
Cristo se dirige a Laodicea, la última iglesia de este mundo, e implora: “Sé fervoroso y arrepiéntete” (Apoc. 3:19, NVI). Entonces, ¿de qué nos arrepentiremos los elegidos? Algunos nos avergonzamos de una larga lista de trapos sucios y pecados. Otros son incapaces de identificar nada en concreto, así que se inventan alguna infracción de poca monta. “Cuanto más nos acerquemos a él y cuanto más claramente discernamos la pureza de su carácter, tanto más claramente veremos la extraordinaria gravedad del pecado y tanto menos nos sentiremos tentados a exaltarnos a nosotros mismos. Habrá un continuo esfuerzo del alma para acercarse a Dios; una constante, ferviente y dolorosa confesión del pecado y una humillación del corazón ante él. En cada paso de avance que demos en la experiencia cristiana, nuestro arrepentimiento será más profundo” (Los hechos de los apóstoles, cap. 55, p. 418; la cursiva es nuestra).
Si el arrepentimiento para los elegidos ha de profundizarse a medida que avanzamos, ¿no deberíamos elevar la oración de David: “Examíname, Dios […]. Ve si hay en mí camino de perversidad” (Sal. 139:23,24)? Y entonces, ¿no deberíamos querer contemplar al “Cordero de Dios, que quita” (Juan 1:29) los pecados que revela? Después de todo, ¿no son contra él, en última instancia, todos nuestros pecados? Un día yo estaba muy enfadado con Karen y le lanzaba palabras que eran crueles y cortantes. Y habría estado encantado si ella simplemente me hubiese contraatacado con una andanada propia. Pero no lo hizo. En vez de ello, rompió a llorar. Y en ese instante -cuando vi aquellas lágrimas- conocí la profundidad del dolor que mi pecado le había infligido. Y me rompió el corazón darme cuenta de que le había roto el corazón. Con todo, ¿no crees que si nos arrodillamos al pie de la cruz lo bastante cada día, el corazón que rompimos romperá también el nuestro?

ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson

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