noviembre 15, 2016

Las historias de los elegidos – 11 | Matutina para Adultos 2016

maxresdefault

El carácter de los elegidos

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” Romanos 8:1

TODAS ESTAS OBSERVACIONES sobre el sexo pueden hacer que todos nos sintamos culpables, ¿verdad? Por ello, ¿te gustaría volver a ser virgen, un “virgen espiritual”, con un comienzo nuevo del todo?
¿La recuerdas? Elabían sorprendido a la joven in fraganti, acostada con un hombre que no era su marido. Arrojando a la desaliñada pecadora sexual junto a las sandalias de Jesús una mañana temprano en el atrio del templo, los santurrones exigen ruidosamente saber qué recomienda este para el castigo de la infractora. ¿Había que apedrearla, como mandaba la ley de Moisés? El gentío contiene la respiración: ¿qué sentencia pronunciaría el Maestro?
Pero Jesús no responde. En vez de ello, se arrodilla en silencio en el polvoriento suelo del templo y comienza a hacer trazos con su dedo. La tradición dice que Jesús grabó allí los pecados secretos de los ancianos de la sinagoga que acusaron a la joven. ¡Qué retrato de Dios! Las Escrituras lo presentan dos veces escribiendo con el dedo: una vez cuando grabó su ley eterna en dos tablas de granito, y otra cuando escribió los pecados de los dirigentes en el polvo del suelo. En piedra para que el tiempo no pudiera obliterar la verdad de su Decálogo. Pero en el polvo para que una sola racha de brisa pudiera borrar el apunte de sus pecados particulares. Seas enemigo o amigo, él no te avergüenza.
Cuando acaba de escribir, Jesús se pone de pie con el sosegado mandato: “Muy bien; el que no tenga pecado que tire la primera piedra” (ver Juan 8:7). Y el relato evangélico dice que, empezando por el más viejo y acabando con el más joven, los delatores se escabulleron sin decir palabra. Ella eleva el mentón para mirar a Jesús a los ojos, y este mira fijamente su rostro tembloroso y pregunta: “¿Dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?” Ella niega con la cabeza entre lágrimas que le surcan el rostro. Habla el Dios encarnado: “Ni yo te condeno; vete y no peques más” (vers. 10,11).
¿Lo puedes creer? Ninguna condena para aquella pecadora. El inmaculado que sí podía haber arrojado la primera piedra ¡no la condenó! ¡Nuestro texto de hoy tiene que ser verdad! Y, si lo es, entonces que no haya “ninguna condenación” tiene que significar ser una “nueva criatura” (ver 2 Cor. 5:17). Y una “nueva criatura” solo puede significar una “nueva virginidad espiritual”. Porque, ¿cómo oró el rey David cuando cayó en el pecado del adulterio? “Purifícame con hisopo y seré limpio; lávame y seré más blanco que la nieve” (Sal. 51:7). ¡Solo alguien que es virgen podría ser así de limpio! Y solo un Salvador podría ofrecer ese don: una purificación en el Calvario tan profunda y tan intensa que nos hace puros de nuevo.

ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson

Share:

0 comentarios: