La verdad de los elegidos
“En el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. […] Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Hechos 4:10-12
PROSIGUE NUESTRA LISTA de los principios abrazados por el remanente elegido de Dios al comienzo de la historia de la salvación.
Principio 8: El gran conflicto entre Dios y Satanás. De hecho, Job, el libro más antiguo del Antiguo Testamento, presentó gráficamente el gran tema cósmico de una batalla entre Dios y Satanás por la lealtad de la humanidad. Sus vecinos gentiles ofrecían multitud de mitos, pero solo los hebreos defendían la verdad.
Principio 9: El espíritu de profecía. Seguimos recurriendo a los hebreos por el rico legado de sus profetas, tanto canónicos como no canónicos, hombres y mujeres. Sus mensajes divinamente inspirados formaron la base misma de toda la fe judeocristiana actual. En el mundo que los rodeaba abundaron los falsos profetas, pero Dios suscitó un remanente con el verdadero espíritu de profecía para que fuera una luz resplandeciente en una noche enormemente oscura.
Principio 10: La verdad sobre el gran Día de la Expiación. Ninguna otra religión captó ni de lejos esta verdad sobre un juicio final de la raza humana y la purificación de un santuario celestial. Pero era verdad, no obstante, y Dios suscitó un pueblo que la proclamara al mundo. ¡Se acerca el juicio! ¡Hay que volver al Dios salvador!
Principio 11: La verdad del Mesías Redentor venidero. Tenían la verdad sobre los dos advenimientos del Mesías, pero se abrazaban en particular al primer advenimiento prometido. El suyo fue un privilegio único y divinamente confiado de anunciar la venida del Mesías al mundo, y ellos mismos habían de prepararse para él. Solo Israel poseía las grandes profecías mesiánicas de Isaías 53, Daniel 9 y el Salmo 22. ¿Una nueva verdad? ¡Desde luego que no! La promesa de que Dios proveería un Liberador del pecado puede rastrearse directamente hasta las puertas del Edén. Simplemente necesitaba una comunidad remanente para proclamar la alegre nueva al mundo entero.
Si tan solo Israel hubiera acogido al Mesías cuando vino a él, no habría habido necesidad alguna de otro remanente. No se habrían convertido en un sujetalibros: podrían haber ocupado todo el estante de la historia divina de la salvación. Pero, ¡ay!, teniéndolo todo, lo perdieron todo en Jesucristo. ¡Pero no todos lo perdieron! Porque a un judío llamado Pedro debemos la majestuosa declaración de nuestro texto de hoy, el resplandeciente corazón de toda verdad remanente: ¡Jesús salva, solo él!
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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