“Las palabras del sabio están llenas de gracia” (Eclesiastés 10:12, RV95).
Dicen que Lord Byron, el célebre poeta inglés, no fue muy exitoso en su vida amorosa. Sin embargo, se presentaba a sí mismo como un héroe del romance. Aunque era un personaje de muy buena apariencia física, Byron tenía un pequeño problema: era cojo de nacimiento. Y uno de sus fracasos sentimentales, que tuvo como protagonista a la joven Mary Ann Chaford, tuvo mucho que ver con la deformación de su pie derecho.
Mary Ann no ocultaba el cariño especial que sentía por Byron. Le encantaba escucharlo narrar, con su alucinante prosa poética, los relatos de sus viajes. Pasaban horas y horas en inagotables conversaciones. Creyendo que Mary Ann deliraba por su amor, Byron le declaró sus sentimientos. Pero ella, con mucho enojo, lo miró fijamente a los ojos y le dijo: “¿Cree usted que yo puedo querer a un cojo?”
Una respuesta como esa le rompe el corazón a cualquiera. ¿Alguna vez te han dicho algo parecido? ¿Cómo hubieras tratado a Mary Ann si tú fueras Lord Byron? Varios días después, como si nada hubiera pasado, Mary Ann se le acercó y le pidió que le contara uno de sus fascinantes relatos. Entonces Byron le dijo:
“Hace muchos años, antes de que naciéramos tú yo, Dios le dijo a un joven que sería muy afortunado; sabría narrar como nadie y poseería unas características excepcionales. El joven le pidió a Dios que le dijera cómo sería la mujer que contemplaría tanta hermosura. Dios le dijo: ‘Tu amada será de hermoso aspecto, su talento y brillantez cautivarán a todos los que la conozcan; tendrá todas las cualidades imaginables. Solo tendrá un defecto, será coja…’ ¡Oh! Señor, no lo permitas… [le dijo el joven] dame su cojera a mí” (Rubén Gil, Diccionario de anécdotas, p. 50). Mientras Mary Ann recurrió al insulto, Byron transformó el rechazo del cual había sido objeto en un hermosa historia.
No hay nada de malo en finiquitar una relación, o en rechazar una propuesta amorosa. Lo que sí podría ser malo son las palabras que escojas para decir “No”. Cuando tengas que dar respuesta a las pretensiones amorosas de alguien, recuerda que “manzana de oro con adornos de plata: ¡eso es la palabra dicha cuando conviene!” (Proverbios 25:11, RVC).
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Por: J. Vladimir Polanco
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