“El reino de Dios avanza a pesar de sus enemigos. Solo la gente valiente y decidida logra formar parte de él” (Mateo 11:12, TLA).
En su libro Vivir para triunfar, Félix Cortés cuenta que en la época del Lejano Oeste llevar correspondencias era un trabajo bastante peligroso. Dicha labor era tan desafiante que cuando se quería contratar a alguien para que la realizara, en las calles se colocaba el siguiente anuncio: “Se necesitan hombres jóvenes, curtidos y fuertes, que no tengan más de dieciocho años, consumados jinetes, que estén dispuestos a exponerse diariamente a la muerte, preferiblemente huérfanos” (p. 15).
Lo extraño del caso es que nunca faltaron jóvenes valientes, dispuestos a aceptar los desafíos que conllevaba desempeñar esa espinosa tarea.
Dios también necesita hombres y mujeres jóvenes que estén prestos para llevar el mensaje de salvación al mundo. El necesita hombres como José, que en los tiempos de crisis sepan enfrentar el desafío y mantenerse leales a los mandatos del Creador. Él busca mujeres como Ester, que llegado el momento preciso no teman arriesgar su vida por el pueblo de Dios. Jóvenes como Sadrac, Mesac y Abed-nego, que estén listos para descender al horno de fuego ardiente antes que mancillar el buen nombre de su Dios. Sí, seguir a Jesús tiene un precio, y él anda buscando jóvenes que estén dispuestos a sobrellevar su destino como hijos de Dios.
Esta declaración de Elena de White es como un anuncio que Dios ha colocado en la encrucijada de tu vida:
“Cristo llama a los jóvenes a que se ofrezcan voluntariamente para llevar la luz al mundo. Se necesitan jóvenes espirituales y firmes, que sean capaces de identificar la misión que les corresponde, porque la han estado buscando. La iglesia necesita nuevos obreros que impartan energía a sus filas: jóvenes para estos tiempos, aptos para luchar con sus errores. Jóvenes que inspiren un celo renovado a los desfallecientes esfuerzos de unos pocos obreros; jóvenes cuyos corazones estén encendidos con el amor cristiano, y cuyas manos anhelen realizar la misma obra del Maestro” (El colportor evangélico, p. 22).
La pregunta vital es: ¿Eres tú uno de esos jóvenes? ¿Te gustaría dar una respuesta positiva y, como Isaías, decirle al Señor: “Aquí estoy yo, envíame a mí” (Isaías 6:8)?
#RespondeaLaInvitación
#VISITAMIMURO
Por: J. Vladimir Polanco
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