¡Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros! Romanos 8:31
La etapa que siguió a su encuentro con Milner, Wilberforce la definió como “el gran cambio”. Desde entonces su vida no estuvo gobernada por el deseo de ascender en el ámbito político. Lo que sí le importaba era ser un ejemplar servidor de Jesús desde el sitial que ocupaba en el Parlamento. Wilberforce creyó con todas sus fuerzas que Dios lo tenía allí para que realizara una gran obra. La pregunta era: ¿Cuál?
Uno de los negocios más lucrativos del Imperio Británico era la trata de esclavos africanos. Cerca de tres millones de africanos fueron separados de sus familias y sometidos a inhumanas condiciones en los territorios dominados por Gran Bretaña. Tras varios años de estar reflexionando y orando sobre el asunto, Wilberforce llegó a la conclusión de que la abolición de la detestable trata de esclavos era uno de los objetivos que Dios quería lograr a través de él. Los intereses de Wilberforce cambiaron.
En lugar de competir por el puesto de Primer Ministro, se empeñó en una causa que iba en detrimento de su popularidad como político. La batalla sería ardua y agotadora. A fin de animarlo, John Wesley le escribió: “Siga adelante, en el nombre de Dios y con el poder de su fuerza, incluso hasta que la esclavitud americana (lo más vil que nunca vio el sol) se desvanezca ante ella” (Siete hombres y el secreto de su grandeza, p. 50).
Gracias a su viaje con Milner, Wilberforce descubrió cuál sería su legado al mundo. En 1791 sometió su primer proyecto ante la Cámara de los Comunes, tratando de conseguir la suspensión de la trata de esclavos. Pero su propuesta fue saboteada una y otra vez. No obstante, como declaró triunfante el apóstol Pablo: “¡Si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros!” (Romanos 8:31). Nadie podría evitar que Wilberforce cumpliera con la misión que Dios le había asignado. Tras dieciocho largos años de debate, en 1807 los británicos abolieron la trata de esclavos.
Un viaje. Un amigo. Una conversación. Nada es trivial. Nada es insignificante. Cualquiera de estas cosas puede ser determinante para tu futuro y para el bienestar de los que te rodean. Tú podrías ser el próximoWilliam Wilberforce.
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