julio 21, 2016

Réquiem por un hermano caído–1 | Matutina para Adultos 2016

La esperanza de los elegidos

“Al atardecer de aquel primer día de la semana, estando reunidos los discípulos a puerta cerrada por temor a los judíos, entró Jesús y, poniéndose en medio de ellos, los saludó, ’¡La paz sea con ustedes!’ Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor, los discípulos se alegraron’’. Juan 20:19, 20, NVI

¡QUIÉN SABE CUÁNTAS barras y candados habrán puesto en aquella puerta del aposento alto los discípulos, presa del pánico! Una cosa es segura: No estaban reunidos para una celebración de adoración por todo lo alto. Las puertas están cerradas “por temor a los judíos”. Los once están absolutamente convencidos de que las mismas autoridades que ejecutaron a su Maestro el viernes andan ahora con sabuesos siguiéndoles la pista. Las puertas están cerradas y las contraventanas echadas.
Pero, ¡aleluya!, la gran verdad de la tumba vacía es invencible: ¡Ni todas las cerraduras maestras del mundo pueden impedir la entrada del Maestro! Porque ahí está, de pie en medio de ellos, boquiabiertos, el Muerto ahora resucitado. Y el ambiente se estremece. ¿Cómo reaccionarías tú si alguien que supieras que estaba muerto apareciese de repente a tu lado? “Paz a vosotros”. Jesús sonríe con un gesto de las manos que invita a acercarse. Pero nadie se mueve ni respira. Los discípulos están helados. “Miren, ¡soy yo!” Jesús se sube las mangas y echa a un lado su manto, dejando al descubierto las manos, el costado y los pies. A plena vista están las heridas del Calvario, aún feas, con costra. Cuando por fin se abre paso esa gloriosa realidad a través de su estupor y su parálisis, el aposento alto prorrumpe en un gozo de no poder creérselo, en adoración y gratitud. ¡Jesús está vivo!
Pero que esto es algo más que un programa de domingo de noche se pone de manifiesto cuando Jesús pronuncia estas provocadoras palabras: “Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, no les serán perdonados” (Juan 20:22,23, NVI). Demasiado a menudo hemos pasado deprisa estas palabras, dejando que nuestro rechazo protestante de la confesión nos distraiga de la fascinante enseñanza de Cristo. Porque en una sola frase declara el nacimiento de una comunidad de resurrección: una comunidad que resucita y restaura; una comunidad que restaura y perdona. Por eso, en el relato de Juan hay realmente dos resurrecciones. Porque hay alguien más en el aposento alto que ya ha experimentado mil muertes. Y, a no ser que también él resucite, la incipiente iglesia que funda Cristo nunca llegará tan siquiera a convertirse en comunidad.
Da que pensar: ¿Podría haber también una resurrección aguardando en tu iglesia?

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2016
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson

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