julio 26, 2016

El talón de Aquiles del hogar | Matutina para Adultos 2016

La esperanza de los elegidos

“Yo os envío al profeta Elias antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y castigue la tierra con maldición”. Malaquías 4:5, 6

HUBO UNA FAMILIA que se quedó fuera de nuestra reseña de ayer de las “primeras familias”. Y aunque podría sonar sacrilego aun sugerirlo, la familia en la que creció nuestro Señor precisa ser sometida al mismo escrutinio que dimos a las demás. ¿Qué calificación en forma de letra darías a Jesús y su madre, María; a su padrastro, José; y a sus hermanastros y hermanastras? Después de todo, ¿no se consideraría que eran la “primera familia” suprema?
Tras el inicio de su ministerio, cuando Jesús volvió a Nazaret, población en la que había residido, los vecinos cuchicheaban entre sí: “¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas?” (Mar. 6:3). ¿Eran estos los hijos y las hijas de José y María? Podríamos concluir que sí, si no fuera por el hecho de que, cuando agonizaba, Jesús encomendó el cuidado de su madre a Juan, su discípulo más cercano (ver Juan 19:26, 27). Si María hubiera tenido otros hijos, no habría habido necesidad alguna de tomar medidas para que fuera atendida con cariño. Así que podemos concluir por el relato del Evangelio que José tuvo hijos de un matrimonio anterior antes de que él, viudo de más edad, y su joven prometida se unieran en santo matrimonio.
Entonces, ¿cómo eran las cosas en el hogar de la niñez de nuestro Señor? ¿Padres amantes? Sí. ¿Hermanos felices? Quizá no. La forma altanera y mandona en que los hermanastros mayores de Jesús lo trataron de adulto es una clave tremendamente significativa de cómo deben de haberlo tratado de muchacho (ver Juan 7:3-5; Mar. 3:31-35). “Sus hermanos sentían que la influencia de [Jesús] contrarrestaba fuertemente la suya. Poseía un tacto que ninguno de ellos tenía ni deseaba tener. […] Siendo mayores que Jesús, les parecía que él debía estar sometido a sus dictados. […] Con frecuencia le amenazaban y trataban de intimidarle. […] Ellos sentían celos de él y manifestaban la incredulidad y el desprecio más decididos” (El Deseado de todas las gentes, cap. 9, pp. 69,70).
¡Asombroso! A Dios le tocó elegir a su propia familia, y la familia que eligió tenía un talón de Aquiles como la nuestra: era vulnerable y débil en la médula de la más sagrada y contractual de todas las relaciones. Así que, si Dios los eligió a ellos, sin duda puede elegirnos también a nosotros. ¿Para ser infelices por siempre? No. Dios sueña con sanar a nuestras familias aquí aun antes de que nos unamos a su familia de lo alto (Mal. 4:6).

DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2016
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson

Share:

0 comentarios: