La esperanza de los elegidos
“Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos”. Apocalipsis 3:20, DHH
¡PUEDE QUE LO QUE esta generación necesite sea un viejo porche delantero! Cuando se va en automóvil por nuestro pueblecito de Berrien Springs, resulta evidente de inmediato que solo las casas viejas de verdad -las que crujen de recuerdos de hace un siglo- ofrecen ese elemento de arquitectura estadounidense que seguimos llamando porche delantero. Todavía en muchos países se conservan, en otros solo quedan en las viejas fotos de principios de siglo pasado.
En realidad, los sociólogos como Joseph Myers sugieren que nuestra vida, en el marco del siglo XXI, ya ha creado nuevos “porches delanteros” para esta generación -desde las redes sociales del ciberespacio (Facebook, Twitter, etcétera) a los omnipresentes cafés Starbucks que ahora están esparcidos por el mundo entero-, lugares de encuentro de tipo “porche delantero” para la conexión social y la comunidad.
Todo ello está relacionado con lo que Myers denomina “espacio mediana”, ese espacio intermedio entre la privacidad de mi propio pequeño mundo y mi hogar y el azaroso mundo rutinario de la supervivencia, un espacio intermedio en el que podemos encontrarnos y conectar socialmente sin inmiscuirnos en el mundo privado de los demás. “Es la experiencia de conexión social que lleva a la gente a no salir ni por un instante” (The Search to Belong, p. 127).
Entonces, ¿cómo podemos edificar porches delanteros fuera de nuestras iglesias (y en su interior)? ¿Qué pasó con nuestras comidas de fraternidad, tan chapadas a la antigua? Antes de que cierres este libro de golpe, permíteme que me apresure a recordarte, como nos recuerda a todos nuestro texto, que, cuando Dios quiere aludir a un encuentro cara a cara con nosotros, se describe a sí mismo llamando a nuestra puerta, esperando entrar y compartir una comida como amigos.
¡Quizá Dios también disfrute de una buena comida fraternal! En la Iglesia Pioneer Memorial venimos luchando por mantener la viabilidad de la celebración de una cena semanal de hermandad para familias y amigos visitantes. Ya sé que requiere mucho trabajo. Pero hemos llegado finalmente a la conclusión de que los beneficios sociales del “porche delantero” -los visitantes se sienten bienvenidos, los miembros se sienten necesarios- hacen de la tarea un trabajo de amor que merece la pena. Entonces, ¿qué tal si organizases a algunos miembros para formar un equipo que prepare una cena una vez al mes, al trimestre o incluso al año?
Mejor aún, ¿qué tal si las clases de Escuela Sabática de tu iglesia se turnasen en la organización de una cena de “porche delantero”? Si esta generación tiene hambre de ser una comunidad de porche delantero, incluso nuestras congregaciones más pequeñas podrían satisfacer esa hambre, ¿no crees?
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2016
ELEGIDOS
El sueño de Dios para ti
Por: Dwight K. Nelson
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