enero 15, 2012

UNA RAZÓN PARA ESTAR TRISTE

«Porque por un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro y a la mañana vendrá la alegría» __{Salmo 30: 5.

Cuesta creer que Jesús dijera: «Bienaventurados los que lloran». La mayoría de la gente no quiere llorar. Algunos están tan tristes que intentan ahogar sus penas en alcohol y acaban por convertirse en alcohólicos.

Vivo cerca de los parques temáticos de Universal Stidios, Disney y Epcot. La gente acude de todas partes del mundo para pasar unos días de vacaciones. Es interesante observar las familias que llegan al aeropuerto. Los niños están felices y emocionados. Visitar los parques es muy caro, pero los padres quieren que sus hijos sean felices.

Jesús dijo que los que lloran son quienes son verdaderamente felices. No enseñaba que jamás debamos mostrar alegría riendo o sonriendo. Tampoco hablaba de llorar muerte de un familiar o cualquier tragedia hablaba de estar tristes a causa del pecado. Pero antes tenemos que reconocer que somos pecadores. ¿Como podemos ser salvos si no admitimos que estamos perdidos? ¿Cómo podemos estar llenos del fruto del Espíritu si no admitimos que la vida sin él está vacía?

Hace algunos años era muy popular una canción que decía: «Don't worry, be happy» [No te preocupes, sé feliz]. Jesús dijo que nos preocupamos por demasiadas cosas. También dijo que hay algunas cosas que tendrían que preocuparnos y por las que tendríamos que sentirnos apesadumbrados: nuestros pecados, es decir, el orgullo, el egoísmo, la amargura y la falta de dominio propio. Cuando, después de contemplar a Dios y su santidad, veamos nuestra indefensión, nuestra desesperanza y nuestra impotencia, nos lamentamos por nuestros pecados. El apóstol Pablo exclamó: «¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?» (Rom. 7:24). Además, confiesa: Yo sé que en mí no habita el bien» (Rom. 7: 13).

Cuando yo era niño, a veces me caía y me lastimaba. Luego iba a llorar con mi madre para que me consolara. Después de un rato me sentía mejor y salía de nuevo a jugar. Si los pecados de su vida lo apesadumbran, lo invito a que acuda a Jesús. Él consolará y lo perdonará. (Basado en Mateo 5: 1 -12)

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