mayo 30, 2011

EL ACUSADOR Y EL ACUSADO

DEDO-ACUSADOR

“Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle__{Zac. 3:1. ¿Qué verdades importantes, en el contexto del gran conflicto (y en el contexto de la visión misma) se revelan aquí?

Unos pocos puntos vitales se presentan sólidamente aquí. Primero, el acusado es Josué, el sumo sacerdote, que está como un representante de todo el pueblo de Dios. Descrito en esta visión como un sacerdote que se enfrenta a Dios, Josué representa a Israel con todas sus faltas, limitaciones y pecados. No hay dudas: el pueblo no es inocente, no merece la restauración que Dios le ofrece y que él reclama para sí con fe y arrepentimiento.

Y Satanás está allí para acusarlos, para alegar contra su arrepentimiento, y contra su deseo de encontrar la misericordia y la gracia de Dios. ¿Qué mejor manera de desanimar a la gente, en la gran controversia, que hacerle pensar que sus pecados son demasiado grandes para que Dios los perdone? ¡Cuántas almas, a lo largo de la historia, y aún hoy, han caído presas de este malvado ardid de Satanás! Esta amenaza tiene tanta fuerza porque no tiene que mentir acerca de nuestros pecados. Solo tiene que recordarlos y, si no supiéramos acerca de la gracia de Dios, quedaríamos aplastados con un sentido de desesperación. Aun sin un acusador que los eche en cara ante Dios, nuestros pecados son más que suficientes para condenarnos.

El verbo hebreo traducido aquí como “acusar” viene de la misma palabra que “Satán”; son las mismas tres consonantes hebreas, que forman la base de ambas palabras. No hay dudas, Satanás es el acusador: “Oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche” {Apoc. 12:10.

Aunque no es bueno meditar en nuestros pecados, a veces es necesario mirarlos seria y honestamente. ¿Qué cambios debes hacer en tu vida, y qué promesas bíblicas puedes reclamar para que esas promesas sean reales y efectivas? Piensa en lo que está en juego si permites que el pecado te domine.

A la verdad, desde la llegada de la primera le va que retornó a Jerusalén con Zorobabel, en 538 a.C., poca cosa fue hecha excepto la restauración del altar para los holocaustos. El templo y la ciudad de Jerusalén continuaban en abandono y ruinas. La situación se tornó difícil en virtud de la oposición de los enemigos de los judíos.

Pero el problema mayor estaba en el propio pueblo. El profeta Hageo, en el mismo segundo año de Darío, (Hageo 1:1) acusa al pueblo de infidelidad, de total desinterés en la reconstrucción del templo y que cada uno se preocupaba con su propia casa. Las consecuencias fueron la retención de las bendiciones de Dios. (Lea Hageo 1:7-11).

Bajo estas circunstancias, Zacarías recibió la visión de la impureza del sumo sacerdote Josué tipificando al pueblo y Satanás acusándolos. La acusación era de que el pueblo era rebelde, insubordinado, sin interés en los planes de Dios y sin conocer su condición pecaminosa.

Demostraban el mismo espíritu del rey David, frente a su pecado, y que estuvo sufriendo bajo el peso de su actitud: “ Mientras callé, se envejecieron mis huesos. En mi gemir todo el día”. {Salmos 32:3 – RV.

Evaluemos hoy, nuestra condición espiritual. Estamos nosotros atentos a la voz del Señor, o ¿seguimos en busca de nuestros propios intereses? ¿Conocemos y confesamos nuestros pecados?

Piense: “ Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” - {2 Corintios 13:5 – RV.

Desafío: “ Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis”. - {Jeremías 29:11 – RV.

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