enero 03, 2015

Enraizados en Cristo | Matutina para Mujeres 2015

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Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Juan 15:4.
Tuve en mi jardín un rosal singular. No daba señales de crecimiento, y los pocos capullos que producía se mostraban deslucidos y tristes. Hice todo lo posible por salvarlo. Lo aboné; ventilé su base, removiendo ramas bajas y hojas muertas; lo regué diariamente, y podé cada tallo endeble anhelando que la poda generara nuevas energías.
Pero el rosal continuaba defraudándome. Las hermosas rosas color damasco que yo soñaba ver nunca brotaron como se esperaba de aquel rosal. Observaba el jardín y contemplaba los demás rosales, todos hermosos, todos saludables. Allí había rosales de pie que no cesaban de florecer; rosales llorones, en cuyas ramas la luz matinal parecía danzar; rosales pequeños y grandes, con texturas de secj,a y colores matizados.
Todos crecían bajo mi esmerado cuidado. Sin embargo, la rosa de mi predilección moría sin remedio. Su comportamiento me desanimó tanto que un día decidí sacarla del jardín. Y la raíz raquítica que descubrí me mostró dónde radicaba el mal que afectaba mi rosal.
Las raíces de las plantas deben penetrar profundamente en el suelo. Ocultas a la vista, nutren la vida. Pero la planta que no tiene raíz profunda no logra sobrevivir. Así, el alma que no está enraizada en Dios no está en condiciones de resistir por su propia fuerza el poder del mal. Estar enraizados en Cristo significa permanecer en él. Jesús sabía que el desconocimiento de su Palabra es desconocimiento de Dios, por eso dijo: “Permaneced en mí… en mi amor” (Juan 15:4, 9).
Permanecer en Cristo significa amarlo, conocerlo, tener intimidad con su Palabra para que ella sea tu brújula, tu guía y tu consuelo. La permanencia en Cristo es la clave de una vida fructífera. Como el triste rosal de mi jardín que no fructificó, quien no permanece en Cristo habrá de ser sacado del jardín. “El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará” (Juan 15:6).
Jesús es la vid, el tronco principal, y sus hijos las ramas. La vida de las ramas depende de su unión al tronco principal. Esta unión lleva a la fructificación. -Olga Valdivia.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA LA MUJER 2015 Jardines DEL ALMA
Recopilado por: DIANE DE AGUIRRE
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