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¿Por qué no morí yo en la matriz? ¿Por qué no expiré al salir del vientre? (Job 3:11).
¡Pobre Job! Su clamor es el de alguien que se siente abandonado por Dios; en pocos días, lo perdió todo, las propiedades, los hijos, la salud, la esposa… Y perdió algo que, si cabe, es aún más terrible: la confianza en sí mismo para sobreponerse.
Sus amigos le hicieron sentir que lo que le había acontecido era consecuencia de su iniquidad: “Tú dices: ‘Mi doctrina es recta, y yo soy puro delante de tus ojos’. Mas ¡ah, quién diera que Dios hablara, que abriera para ti sus labios y te declarara los secretos de la sabiduría, que son de doble valor que las riquezas! Sabrías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece” (Job 11:4-6).
Pero hay algo esencial que el patriarca no perdió, ni siquiera cuando se deseaba la muerte, fue su confianza y esperanza en su Redentor: “Pero yo sé que mi Redentor vive, y que al fin se levantará sobre el polvo, y que después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios. Lo veré por mí mismo; mis ojos lo verán, no los de otro. Pero ahora mi corazón se consume dentro de mí” (19:25-27).
Pero hay un Dios en los cielos… cuando todo nos va mal. Cuando el infortunio, la desgracia, el sufrimiento parece que se han cebado con nosotros; cuando los problemas se multiplican sin damos tregua; cuando no vemos la mano de Dios en nuestras vidas; cuando el cielo se ha tomado sordo, insensible a nuestras plegarias; cuando Dios parece habernos abandonado. Cuando no comprendemos por qué nos ocurren ciertas cosas, por qué a nosotros: una enfermedad grave, la pérdida del empleo, la muerte de un ser querido. ¿Por qué?
Jamás debemos olvidar que nuestro Dios es un Dios providente que nos ama y protege, que tiene entre sus dedos nuestras vidas, que puede y sabe cómo hacer girar las circunstancias, que conoce a dónde nos quiere conducir. Un Dios que respondió a la fe y confianza de Job de manera insospechada.
El patriarca que había perdido la ilusión de vivir no solo se arrepintió de sus protestas, sino que además confesó: “Reconozco que he hablado de cosas que no alcanzo a comprender, de cosas demasiado maravillosas que me son desconocidas” (Job 42:3, NVI).
No olvides hoy que la crisis revela el carácter. Todo sufrimiento es temporal. No claudiques ante él. Mejor confía, como Job, que tus ojos contemplarán el retomo de Jesús a este mundo.
DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2015 Pero hay un DIOS en los cielos…
Por: Carlos Puyol Buil
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