mayo 01, 2014

Jesús limpia nuestro corazón | Matutina para Mujeres

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“’Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.
1 Juan 1:7.
Cursaba primer año del nivel medio en el Instituto Adventista del Uruguay. Tenía apenas doce años. Todo me parecía grande y muy diferente a mi casa. Con mamá compartíamos ratos de amenas charlas todos los días. Además de mi hermano, tenía una hermana pequeñita y me encantaba cuidarla y jugar con ella.
En el colegio estaba sola y no sabía ni de qué hablar. Heidi, mi mejor amiga, cursaba segundo año, por lo tanto no podíamos estar juntas todo el tiempo. Transcurría el día callada y sola. Pasaba inadvertida… al menos eso creía yo.
Me tocó como tarea de cada día ayudar en el lavado de los platos y cubiertos. ¡Era impresionante la cantidad de platos, vasos y cubiertos! pero éramos varias chicas y en poco más de una hora quedaba todo terminado.
Yo miraba con mucho temor las ollas y me decía a mí misma: “Que nunca me toquen esas ollas, por favor”, pero dos semanas después vi mi nombre en la lista de la limpieza de la cocina para el sábado, y mi sorpresa fue ver la palabra “ollas” precediendo mi nombre. Creo que mi cara me delataba cuando me dirigí a la cocina ese día. Mientras todos terminaban sus tareas yo seguía dando vuelta aquellas enormes figuras geométricas de aluminio.
De pronto, mi preceptora, apareció por detrás de mí. Se puso un par de guantes de limpieza, tomó una esponja de limpiar aluminio, la embebió en detergente y con una dulzura admirable, comenzó a decir: “Nuestro corazón es como una de estas ollas. Muy negro. Jesús le dijo a su Padre que si fuera posible le permitiera no limpiarlo, pero un día su nombre estaba allí.
Era él quien tenía que hacer la tarea. Como Dios es un padre de amor envió al Espíritu Santo para que le ayudara a Jesús a transformar nuestro corazón negro en un corazón limpio”. Luego, comenzó a cantar y me animó con su  mirada a que la acompañara a hacerlo yo también. No sé cuánto tiempo pasó pero fue hermoso.
Desde ese día, cuando una olla está tan sucia que deseo más tirarla que limpiarla, acepto el desafío de quitarle la suciedad porque así recuerdo de qué manera llega mi corazón a las manos de Jesús.
Rosario Perdomo de Larrosa, Uruguay

 

LECTURAS DEVOCIONALES PARA LA MUJER 2014
”DE MUJER A MUJER” by: Pilar Calle de Henger, Imagen by: v3wall.com

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