¿Por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho.
Marcos 14:6.
La fiesta celebrada en casa de Simón atrajo a muchos judíos, porque sabían que Cristo estaba allí. Y vinieron no solamente para ver a Jesús, sino también a Lázaro, a quien había resucitado. Muchos pensaron que Lázaro tendría un maravilloso incidente que relatar, y estaban sorprendidos de que no les dijera nada… Lázaro tenía un maravilloso testimonio que dar, sin embargo, con respecto a la obra de Cristo. Había sido resucitado con este propósito. Era un testimonio viviente del poder divino. Con seguridad y poder declaró que Cristo era Hijo de Dios…
A un lado del Salvador estaba sentado a la mesa Simón, a quien él había curado de una enfermedad repugnante, y al otro lado Lázaro, a quien había resucitado.
Marta servía, pero María escuchaba fervientemente cada palabra que salía de los labios de Jesús. En su misericordia, Jesús había perdonado sus pecados, había llamado de la tumba a su amado hermano, y el corazón de María estaba lleno de gratitud. Anhelaba honrarlo. A costa de gran sacrificio personal, había adquirido un vaso de alabastro de “nardo puro de mucho precio”, para ungir su cuerpo (Mar. 14:3). Quebrando el vaso de ungüento en silencio, derramó su contenido sobre la cabeza y los pies de Jesús.
Sus movimientos podrían haber quedado inadvertidos, pero el ungüento llenó la pieza con su fragancia y delató su acto a todos los presentes. “Al ver esto, los discípulos se enojaron, diciendo: ¿Para qué este desperdicio?” (Mat. 26:8).
Judas fue el primero en hacer esta sugerencia y otros estuvieron dispuestos a hacerse eco de sus palabras…
Jesús vio que María se apartó avergonzada, esperando la amonestación de Aquel a quien amaba y adoraba. Pero, en su lugar escuchó palabras de elogio.
“¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra…
De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (vers. 10, 13).
Cristo se deleitó en el ferviente deseo de María de hacer la voluntad de su Señor… El deseo que María tenía de servirlo era de mayor valor para Cristo que todo el ungüento precioso en el mundo, porque expresaba su aprecio por su Redentor-Youth’s Instructor, 12 de julio de 1900; también se encuentra en Cada día con Dios, p. 149.
MATUTINA PARA ADULTOS “DESDE EL CORAZÓN”
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